Sexo, política, desgracias propias y ajenas. Picardía, ingenio e ironía. Para expertos en la materia, estos son ingredientes del humor nacional, una divertida herencia con la que la vida sabe mucho mejor.
Por Tammy Zoad Mendoza M.
“¡A la hora más caliente, aquí te tengo tu gran paloma!” 1:05 de la tarde. “¡Bueeeeeeenas! ¿Cómo están mis muchachos?”, saluda la voz chillona y gangosa de una mujer. “¡Buenas, buenas, buenaaas! Aquí les traemos su palomita caliente. Hola Dorita, ¿cómo te va?”, contesta un hombre de voz quebradiza.
Ahí están. “Aniceto” y la “Mama Dora”. Todos los días estos dos pintorescos personajes hacen y deshacen en su programa radial La palomita caliente. Una mezcla de servicios sociales, concursos, música y entretenimiento, todo aderezado con un toque picante y mucho doble sentido.
“Se corta pelo, arriba y abajo, arriba y abajo...”, se oye de fondo otra canción. Mientras tanto Otto de la Rocha y Juan Manuel Poveda, enfundados en un suéter y un chaquetón para aguantar el frío de la cabina, repasan una lista de mensajes con los que debe cumplir.
“Cortinas metálicas El Gato”, comienza Poveda a recitar el anuncio desde la voz de la Dorita.
“¡Miauuuuu!”, ahora De la Rocha hace de gato. “¡Miauuuuu!” Se pelean con el animal imaginario. “Ahí está el gato jodido otra vez”, replica Aniceto.
Aquí no hay formalismos. Es como estar en una rueda donde la palabra salta de una persona a otra, se mete una que otra canción como la del Gallo mojado y hay cualquier cantidad de sonidos locos para amenizar los temas “de broma en serio”.
“Aquí hablamos como lo hace la gente en la calle. Esto es lo que les gusta porque se identifican con nuestra jodedera”, comenta Otto de la Rocha, cantautor nicaragüense. Para este par de artistas el doble sentido es propio del humor nacional, pero esta es solo una de las características de la picardía heredada del indio y del español. El sentido del humor en Nicaragua se toma en serio. Tiene historia, es pieza clave de la cultura y ha inspirado a decenas de artistas a crear piezas y personajes que mantiene viva esa chispa nacional.

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Allá, en algunos de los 16 años de la dictadura de Anastasio Somoza García, se pinta una escena que cierta o no, todavía se cuenta. Un hombre menudo llamado Gonzalo Rivas Novoa acompaña a Tacho Somoza a una de sus famosas fincas. Ya en el campo, frente a los corrales, Somoza pregunta:
—¿Qué te parece mi ganado?
—Más que ganado, me parece cachado —contesta el osado hombre.
—¡¿Cómo?!
—Sí, cachado. Es que lo que veo son bastantes cachos.
Wilmor López es quien cuenta ahora el pasaje. El folclorista considera que la ironía es un rasgo sobresaliente en nuestro humor. “Somos muy irónicos. Es un patrimonio de nuestros ancestros, del indio criticón y mordaz que se burla hasta de sus males”, comenta López.
Para él, Gonzalo Rivas o “Ge Erre Ene”, como se firmaba, es uno de los mejores ejemplos del humor irónico y crítico. Ge Erre Ene, periodista, escritor y humorista chinandegano, elaboró incluso un libro parodiando Azul de Rubén Darío: Morado. Decenas de poemas en los que destaca “El Caracol” y “Cupercinda”, su propia versión de A Margarita de Debayle. Una crítica al poeta y a la sociedad de la época.
Otro de los personajes, aunque menos irreverente y con una sagacidad admirable, fue “Chilo” Barahona. Periodista del diario La Nación, Salomón Barahona López, dio vida a “Panchito y la Rana”, la primera caricatura para un diario nacional. Con un par de sencillos trazos creo a Panchito, de atuendo sencillo como el obrero nica de clase media, y su acompañante una primitiva rana cabezona; una fórmula que por más de 20 años se dedicó a denunciar, cuestionar y exponer la problemática social y política del país. Chilo Barahona fue el primer caricaturista de su clase y en 1947 fue seleccionado por la Casa Blanca entre los siete mejores caricaturistas de América Latina.
Le siguió “AMO”, Alberto Mora Olivares, el padre de “Nicasio”.
“El Nicasio roto, burlador, oposicionista convencido, chilero y respondón”, que nació en 1962 según contó a La Prensa su creador, quien lo gestó durante su reposo luego de un accidente. “Cuando salí del hospital envié a La Prensa una tira en la que presentaba al Rey Lucho, satirizando al entonces presidente Luis Somoza. Gustó la tira y me encargaron varias, a través de las cuales Nicasio empezó a popularizarse”, dijo en su entrevista en 24 de marzo de 1970.
Wilmor López considera que el humor tiene sus variantes y características en todo el país. “En el campo el humor es diferente, nace de la anécdota, mezcla narración, exageración y hasta ingenuidad. Hay también una ironía y un sarcasmo marcado. En la ciudad es un humor más directo, burlesco, escandaloso. El doble sentido creo que nos envuelve a todos”, comenta.
Para él, los escenarios donde florece esa picardía a diario son los mercados, las obras de construcción y en los centros de reuniones gremiales. Para él, el humor es parejo, no entiende de clases sociales o géneros.

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Esa máscara del caballo sonriente encierra una historia que se complementa con la figura de rostro blanco y cabello rubio. Para el folclorista Bayardo Ortiz el humor nicaragüense es una herencia tan mestiza como nuestra raza. Una chispeante combinación de la picardía española y el ingenio nativo, un humor que evoluciona en sí mismo y se reinventa con las influencias extranjeras.
Aunque el Güegüense ha sido el rostro del humor nacional por el alto contenido de sátira en la obra, para Jorge Eduardo Arellano esta pieza va más allá. “Recordemos que El Güegüense tiene una gran imaginación creadora, un gran sentido de la justicia, una capacidad de crítica al poderoso, ejerce un cuestionamiento del discurso dominante y proclama la igualdad del ser humano”, dijo en una entrevista a La Prensa.
El Macho Ratón, según Bayardo Ortiz, es solo una de las caras del nicaragüense y su humor.
La chispa de la picardía se encuentra también en los ojos brillantes y azules de las gigantonas que parió León, una tradición que cuenta otro pasaje de la historia en tiempos de la colonia.
“Cuando vinieron las españolas ellos quedaron encantados de esos ojos, el porte, la fineza de la mujer. ¡Pero qué le iban a hacer caso ellas a los pobres indios! Aunque eran rechazados, ellos encontraron la manera de piropear con ingenio. Hicieron una reproducción rústica, burlesca y exagerada de la española y con los sones propios salían a bailar y recitar halagos para ellas. El indio siempre pícaro, invencible e inventor”, cuenta Olga Maradiaga quien ha dedicado su vida a investigar y mantener esta tradición en León.
Ahora estos mujerones se pasean por todo el país al lado de sus “enanos cabezones”, sus músicos y copleros. Pero los tiempos cambian y las tradiciones también. El humor se la juega entre halagos, bromas cargadas y bailes con ritmos modernos. De sexo, de males y de política.
El humor se vale de temas y personajes. Cada año los protagonistas del Toro Venado, la popular fiesta callejera que celebran en Masaya durante las fiestas patronales, son más excéntricos, más cargados, más ácidos.
De las viejas brujas, espantos y calaveras que se tomaban la calle, solo algunas quedan. “Juan pueblo” se toma la escena acompañado de los políticos más polémicos y criticados, un desfile en el que el toque rosa lo ponen los travestis que se contonean de un lado a otro.
El hombre de bigote de brocha, el pañuelo rojinegro al cuello y camisa blanca es uno de los protagonistas, pero la mujer de ropas estrafalarias y multicolores, envuelta en prendas y con un moño de pelos en cada axila se roba el show. Un cerdo que es sacudido sobre una cama de tabla, el muñeco lleva la trompa llena de papeletas y un cartel cuelga de su cuello: “A todo chancho le llega su sábado”. Masaya. Las máscaras, la música y el baile están embebidos de risa.
“Me puse un día a pintar, para pintar tu hermosura, pero al verte tan fea y panzona se me cuajó la pintura”. Parrampan–parranpanpan–parranpanpan. “Un viejo y una vieja se fueron dentro de un pozo, la vieja le dijo al viejo: “Empujame viejo baboso”. Parrampan–parranpanpan–parranpanpan. León. Lo que para algunos sería un circo, para otros son pintorescas piezas del humor que critica, que burla, que goza con todo y males.
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Diciembre de 1972. Managua no soportó la sacudida del terremoto que la sorprendió esa Navidad. Solo un par de estructuras quedaron erguidas. En medio de las ruinas, una casa quedó en pie. Colgando del marco en el que alguna vez hubo puertas rezaba este rótulo: “Por favor no me boten la casa, que es lo único que tengo parado”. El humor en la desgracia. Recuerda la escena Otto de la Rocha. En Nicaragua el que se enoja pierde.
“Así es”, sostiene De la Rocha. “Hay gente que asegura que el nica es vulgar, incluso creen que cuando Aniceto habla de chunches ofende a la mujer. ¡Jamás! A ver que esos mal pensados me digan si chunche no es cualquier cosa. Ahí está la trampa. Ahora, la juventud ha agarrado la vara por otro lado. Ahora la diversión son los conciertos, el guaro, la fumadera, tienen un trato grosero. El nica es jodedor, alegre, alborotado, pero respetuoso”, dice el pícaro por excelencia.
Otto de la Rocha que con su Aniceto es el maestro del doble sentido, el hombre que tiene la gracia de mantener a la gente atenta a su Palomita Caliente.

“Cupertinda” (fragmento)Ahora que no hace viento, Cupertina, te voy a contar un cuento.
Era este un Rey que tenía por docenas las amantes, una hermosa pulpería con una urna y dos estantes y un reló de hacer "cu-cú" y una muchacha monina, tan malcriada, Cupertina, tan malcriada como tú.
La muchacha cierto día, vio un fotingo aparecer, y juró que lo tendría con todito y su chofer. No sabía la muy dunda, que era igual que los demás: con primera, con segunda, con tercera y paratrás...
Poema de Gónzalo Rivas Novoa, “Ge Erre Ene”, periodista, escritor y humorista chinandegano, autor del libro “Morado” una parodia de “Azul” de Rubén Darío.
Herederos
En Nicaragua el humor ha florecido desde la música, letras y tradiciones. Estos son algunos de los personajes que han convertido en trabajo el arte de hacer reír, reflexionar y criticar a través del humor.
César Ramírez Fajardo, cantautor que con picardía, ingenio y un par de maracas ha musicalizado el espíritu nicaragüense.
Lautaro Ruiz, actor, pintor y escritor jinotegano. Las historias y peripecias su personaje “don Goyo” empapan el escenario de risas cada vez que él sale a compartir su genio y mil personajes. Zoa Meza es titiritera, escritora y actriz de teatro infantil nicaragüense de mayor trayectoria.
Manuel Guillén sobresale entre los caricaturistas con su pluma arisca desde El Azote, semanario de humor de La Prensa. Su estilo y sus personajes tuvieron tal éxito que en el 2007 saltaron a la pantalla chica como “Los Hulosos”, seres de goma que personificaban a figuras políticas nacionales e internacionales de gran polémica.
Pedro X. Molina destaca con su talento como caricaturista a cargo del segmento de humor El Alacrán, en El Nuevo Diario.
Luis Enrique Calderón es el rey del shows en vivo. Él se ha tomado el escenario como humorista especializado en la sátira política.
Reynaldo Ruiz y José Ramón Quintanilla son sin lugar a dudas el dúo más polémico, los creadores y protagonistas del programa de parodias INN.