El exilio de la Gacela, la novia de Somoza

Reportaje - 08.03.2015
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Anastasio Somoza Debayle se enamoró perdidamente de una bella joven de Niquinohomo, y quiso casarse con ella. Sus padres se opusieron; él terminó casado con una prima y ella en el exilio.

Por Anagilmara Vílchez Zeledón

Un retrato en blanco y negro. Anastasio Somoza Debayle está detrás del escritorio con sus anteojos de marco grueso —unos que parecen dibujados con marcador—, el pelo hacia atrás, el rostro pétreo, su traje militar y un puro sin encender entre los dedos de la mano izquierda. La fotografía de un metro de alto y 60 centímetros de ancho lleva una dedicatoria: “Para Berthita con el cariño de su amigo. Sinceramente, Anastasio Somoza Debayle”.

Es una de las tantas fotos que Bertha Zambrano conservaba de aquel amor imposible. Cartas, recortes de periódicos y grabaciones del último miembro de la dinastía somocista fueron parte de una colección de recuerdos que ella llamó “sus tesoros”. Unos que celosamente guardó durante los 50 años de su exilio en México.

Bertha Zambrano Granja nació en Niquinohomo el 10 de octubre de 1930. Hija de Orlando Zambrano Báez y Flora Granja. Él de ascendencia cubana. Ella de Diriamba. Bertha creció en la casa de su padre. A un costado de la iglesia del pueblo. Creció entre mimos y vestidos sueltos.

“Era muy linda. Muy delicadita. Muy bonita la Berthita”, recuerda su hermana Lastenia Zambrana de Valerio, hoy de 95 años. “Bella”, “encantadora”, “la mujer más guapa de Nicaragua”, dicen quienes la trataron. Una Marilyn Monroe de pelo castaño y piel canela, cuentan.

Que Anastasio Somoza Debayle la conoció en una fiesta. Que la miró en uno de los muchos concursos de belleza que Bertha ganó. Que se enamoró perdidamente. Que pidió permiso a sus padres para casarse con ella. Que los planes que urdieron Anastasio Somoza García y Salvadora Debayle no se lo permitieron. Que a ella por orden presidencial la llevaron a México. Que... Es mucho lo que en Nicaragua se ha dicho sobre la Gacela, como le llamaba Anastasio Somoza Debayle. Magazine a través de entrevistas con familiares y amigos, documentos y testigos, le cuenta la verdadera historia de Bertha Zambrano. Periodista nata, azafata, madre, esposa, amiga...

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Antes de morir apagó las luces —excepto la de una lámpara en su cuarto—, colgó su chaqueta en el perchero, dejó las llaves en el ombligo del cerrojo y se sentó en la cama a leer. Estaba sola. Su hija Marina y su hermano Renée la encontraron inmóvil la tarde del 24 de febrero del 2010. Le habían llamado por teléfono y no contestó. Preocupados se dieron cita fuera del apartamento en el que ella vivía, al sur de la Ciudad de México. Renée Zambrana tenía las llaves del lugar. Cuando las colocó en la cerradura, del otro lado de la puerta, cayeron al piso las de Bertha. Por eso Marina Gálvez cree que su mamá consideró cerrar la casa antes de irse a dormir, quizás después de terminar de leer, pensó.

“Yo digo que mi madre murió exactamente el 19, siempre pienso, estoy segura que fue el 19 de febrero. O sea hoy”, cuenta Marina vía telefónica. Falleció debido a “una vieja afección cardiaca”, explica.

El 22 de febrero, Marina había cenado cerca de allí y desde lejos miró la misma luz prendida en el cuarto. Quiso entrar y saludar pero eran pasadas las nueve y no deseaba importunarla. “Yo estoy segura que ese lunes estaba ya muerta”, lamenta.

Bertha era muy reservada, solitaria. Cuando quería respondía las llamadas. Cuando no quería no. Se replegaba. Meditaba mucho. Oraba mucho. En los últimos años se había interesado sobremanera por la religión. Asunto que ocupaba casi todo su tiempo, dice su hija.

Poco antes del 14 de febrero se encontraron para comer. “Era un día espléndido. Una luz preciosa, no hacía ni frío ni calor. No había viento. La paseé por un México que ella no veía. Estaba floreciendo el México que ahora existe”, recuerda. Se fueron a casa de Marina que insistía en mostrarle a su madre las maravillas de la tecnología. Le buscó un par de canciones en internet, como si fuera una antigua roconola, el computador, para asombro de Bertha reproducía cada tema que ella quería.

Pidió Once In A While: “De vez en cuando vas a soñar /con los momentos que contigo compartí...” Este tema publicado en 1937 e interpretado por un sinnúmero de artistas era la canción que bailaba con Somoza Debayle, le confesó a su hija.

“Me pasé un día fantástico con ella”, dice Marina. Cuando anocheció le pidió que se quedara. Bertha se excusó y prefirió irse a su apartamento. Una vez en el portal “me abrazó, me besó y me dijo, me dijo de una manera muy especial: ‘Andate con mucho cuidado’”. Fue la última vez que la miró viva.

Bertha Zambrano y hija Marina Gálvez Zambrano. Foto Cortesía Marina Gálvez.
Bertha Zambrano y su única hija Marina Gálvez Zambrano. Foto Cortesía Marina Gálvez.

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“Berthita” heredó de su mamá la belleza. Flora Granja era, según Lastenia Zambrana de Valerio, “una mujer muy buena. Muy serena”. Un poco más alta y recia que su hija. “Era una belleza absoluta, por los dos lados Bertha tenía estirpe de mujer guapa y bella”, asevera el historiador Bayardo Cuadra, quien se ha dado a la tarea de completar el árbol genealógico de los Zambrana. Sí, Zambran(a). Bertha llevaría también este apellido de no ser por una disputa entre su padre y su tío Adolfo. Molesto, el primero decidió cambiar la última vocal del apellido. Su descendencia, 12 hijos reconocidos, fue entonces Zambran(o).

Orlando Zambrano Báez se casó dos veces. La primera fue con Zoilamérica Sandino, media hermana del guerrillero Augusto C. Sandino. De esta unión nacieron Orlando José y Zoilamérica, madre de Rosario Murillo, actual primera dama de Nicaragua. Al enviudar, Zambrano Báez desposó a Flora Granja, mamá de Bertha y Renée. Flora murió en el parto de su segundo hijo y fue Lastenia, de apenas 11 años, a quien se le encomendó la crianza de su media hermana “Berthita”. A ella y a Hilda, la otra hija de Orlando. Ellas la dormían. Le cantaban. La paseaban. “Andábamos con ella de arriba para abajo. Mi papá nos decía que no la dejáramos sola (…) nos recomendaba mucho a la Berthita”, asegura Lastenia.

Siendo una niña Bertha fue inscrita en el Colegio Francés de Granada. Allí le enseñaron normas básicas de etiqueta. Aprendió a bordar, a poner la mesa. “Ese tipo de delicadezas para ella eran muy importantes”, asegura Marina Gálvez, su única hija.

La fecha exacta, incluso para su familia, no es del todo clara, pero entre los 15 o 16 años Bertha se hospeda en Managua en la casa de Manuel Zurita. Hombre fiel a Anastasio Somoza García. Durante su estadía en la capital, empieza a codearse con las mejores familias de la época. Su cintura estrecha y sus cejas espesas entran en los diferentes concursos de belleza y también en los cerrados círculos de la aristocracia.

“Hermosa y distinguida señorita”, rezaban las leyendas bajo las fotos de Bertha que eran publicadas en los periódicos.

“Fue una muchacha que vino a destacarse a Managua frente a las muchachas capitalinas de las mejores familias”, explica el historiador Roberto Sánchez. “Berthita Zambrano representaba algo muy lindo, porque no solo físicamente era bella, sino que era una mujer muy distinguida. La Berthita fue como un gran orgullo local de la población”, concluye. Para entonces, Sánchez, era un niño oriundo de Masatepe que disfrutaba irse en caballo hasta Niquinohomo. Así conoció la fama de la Gacela.

Fue en una de las fiestas que Manuel Zurita ofreció a mediados de los años 40 que Bertha Zambrano y Anastasio Somoza Debayle coincidieron. Él acababa de llegar a Nicaragua, recién egresado de la academia militar West Point.

Era altísimo. Como una vara. De piel traslúcida. Hablaba poco español y empezaba a forjar su reputación de galán. Esa noche, según Bertha le contó a su hija, Tachito vestía un uniforme blanco de gala. “Fue flechazo”, dice Marina.

“El hombre tuvo una frustración de por vida por no haberse casado con la mujer que él creyó que podía llenar su vida”
Agustín Torres Lazo, exmiembro de la Guardia Nacional.

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Cuatro años duró el noviazgo de Anastasio Somoza Debayle y Bertha Zambrano. Alrededor de su relación existe más de una leyenda. Que él desde un avión de la Fuerza Aérea Nicaragüense le dejaba caer flores a la hora del recreo. Que llegaba a visitarla al Colegio Francés con bocadillos y bebidas para las muchachas y monjas del liceo. Que escoltado iba a verla a Niquinohomo. Que se deshacía en detalles para ella...

“Joven, con todo el poder, con todo el momento de la gloria de los Somoza, él conoce a la Bertha y fue un amor perdido por ella”, asegura José Adán Aguerri Hurtado. Para entonces Anastasio Somoza Debayle, el menor de la dinastía, había sido nombrado inspector general de la Guardia Nacional.

Bertha, según cuenta Aguerri Hurtado, frecuentaba la casa de unas amigas, las Peña, justo al lado del palco del Cine Margot. A un par de cuadras de donde él vivía. Allí llegaba Tachito a verla. Él tendría 23 años. La Gacela, 18, calcula Aguerri Hurtado.

Marina Gálvez, hija de Bertha, recuerda que su mamá le contó “que cuando (Anastasio) la encontraba la cargaba de la cintura en vilo y le daba vueltas. Siempre me lo contaba muy emocionada y me decía: ‘Si es que es enorme. No sabés qué fuerte me sube. Me carga’”.

El noviazgo del menor de los Somoza con la “Señorita Zambrano” era famoso. Los curiosos sabían. El pueblo sabía. La familia sabía. “Yo la conocí desde muy joven”, señala Luis Pallais Debayle. “Me acuerdo que a mí me tocó llevarla a conocer a mi abuela a León, me mandó Tacho, mi primo, a que le presentara a mi abuela, la Mimí le decíamos, Casimira Debayle”, dice.

Fotos de Bertha eran publicadas con frecuencia en Novedades, el diario de los Somoza. Se le dedicaban tertulias. Felicitaciones. Bertha, era incluso, redactora y responsable de la página social del diario. “Carnet Social. A cargo de Bertha Zambrano”, reza el encabezado de la sección que dirigía. Para ellos era una joven con el “corazón henchido de sueños y suaves sentimientos”. Hasta el día que Anastasio Somoza Debayle quiso casarse con ella.

Como todo militar pidió permiso a su padre para desposarla. La familia se opuso a sus deseos.

Un hecho. Dos razones distintas. La primera la relata Lastenia Zambrana de Valerio, hermana mayor de la Gacela:

—Papá, qué linda salió la Berthita Zambrano en el carnaval, salió bella, parece virgen esa muchacha. Yo me voy a casar con ella —le habría dicho Tachito a su padre.

—Es muy linda la muchacha —le respondió Somoza García—, es verdad, pero no te vas a casar con ella porque ya tenés un compromiso de casarte con Hope.

Nada más importó. Era una orden.

La segunda, según Luis Pallais Debayle, tuvo lugar en Montelimar. Tachito llegó a solicitar la bendición de su papá para el matrimonio. Somoza García se la negó enérgicamente al creer que su futura nuera estaba emparentada con Augusto C. Sandino. “Agarró el teléfono mi tío Tacho y llamó a Rafael Cano que trabajaba en la televisión —cuenta Pallais Debayle—, y le pidió que le dijera a la Berthita Zambrano que se iba expulsada del país y la sacaron a México con un sueldo de 750 dólares mensuales”. Bertha salió de Nicaragua a finales de septiembre de 1950. Dos meses antes de que Anastasio Somoza Debayle se convirtiera en el esposo de su prima, Hope Portocarrero.

“El general Somoza Debayle, Anastasio, estaba muy enamorado de ella (Bertha Zambrano), un noviazgo que públicamente todo el mundo conocía”
Porfirio Berríos, fotógrafo del diario Novedades.

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México. 1950. “¿Ven aquella muchacha elegantemente ataviada con un vestido negro, collar de perlas y un ramito de violetas?… ¡Con ella me voy a casar!”, dijo Álvaro Gálvez y Fuentes a sus acompañantes. Miró a Bertha Zambrano de lejos en una corrida de toros.

Zambrano a su llegada al D.F. se hospedó en la casa de Ema Espinoza de Robelo, nicaragüense y madre de tres hijas. Después del encuentro con Gálvez y Fuentes “un año entero se recibieron cartas, poemas, flores, chocolates y otros regalos en casa de doña Ema sin conocer el nombre de su destinataria y como las cuatro nicas salían siempre juntas; especulaban para quién serían los presentes”, cuenta la hija de Bertha, Marina Gálvez.

En un lugar de moda, Gálvez y Fuentes coincidió nuevamente con la joven. Aquella del vestido negro, collar de perlas y ramito de violetas. Sin preámbulos decidió proponerle matrimonio. Ella no estaba interesada. Él insistió. La buscó en casa de Ema y al descubrir que no era hija de ella “hace venir de Nicaragua a don Orlando, mi abuelo, al que le parece una excelente oportunidad para que su hija retome su vida”, relata Marina.

Se casaron el 27 de septiembre de 1951.

La suya fue una luna de miel alrededor del mundo. Francia, China, Alemania... Álvaro Gálvez y Fuentes era un reconocido comunicólogo mexicano a quien, por sus aportes a la educación, le apodaron el Bachiller. Él sacó de las cabinas de radio su programa “Donde menos lo espere” y lo llevó a trotar mundos durante un año. El periplo narrado a los oyentes de América Latina terminó el 24 de diciembre en Belén.

Bertha fue con él. En Aquisgrán, frontera de Francia con Alemania, Agustín Torres Lazo, antiguo miembro de la Guardia Nacional, la encontró. El otoño se había adelantado. Hacía frío. Ella llevaba un abrigo y el pelo rizado se le escurría por los hombros, recuerda.

“Era una belleza. Para mí era una de las mujeres más bellas de Nicaragua”, asevera Torres Lazo. Menos de diez minutos de formal conversación. Adiós. Adiós. “Nunca más la volví a ver”, dice.

En noviembre de 1952, nace en México Marina Gálvez, hija de Bertha y Álvaro. Marina es la única hija de la Gacela. Es a ella a quien Bertha relató que cuando llegó a México trabajó comprando discos que solo podían conseguirse allí y que “religiosamente enviaba a ‘La X’; estación de radio nicaragüense”. La pensión que dicen recibió de parte de Anastasio Somoza García, nunca existió, asegura su hija. Cuando Marina era aún una niña sus padres se divorcian. En esos años de soltería fue que José Adán Aguerri Hurtado, Chanito, volvió a ver a Bertha. Ya lejos del Teatro Margot, del jolgorio y de Tachito. “Y anda un muchacho millonario de Córdoba, México, loco perdido por ella (…) estábamos admirados con la fineza de este muchacho, pero Bertha ya no quiere saber nada de matrimonio”, recuerda.

Ella había tenido ya una relación sentimental con Miguel Abed. “Un hombre muy guapo, muy lindo, muy sencillo, a mí me caía muy bien y para nada era gay, yo no sé de dónde sacaron eso”, subraya Marina. La unión no prosperó porque a él su padre le exigió que se relacionara con una mujer libanesa. Un par de años después Aguerri Hurtado se reencontró con la Gacela. Seguía “bella” pero era distinta. “Está entregada en cuerpo y alma a Cristo. Ya es otra Bertha que se ha separado del mundo y está dedicada a Dios”, asegura Chanito.

“Ella se volvió muy religiosa. Se despojó mucho de su dinero, se despojó de sus prendas incluso (…) Una mujer muy piadosa, muy devota”
Arturo Zambrana, sacerdote y familiar de Bertha Zambrano.

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Napoleón en bustos. Napoleón en sinfonías. Napoleón en postales. Napoleón. Napoleón. En su apartamento en la Ciudad de México Bertha Zambrano coleccionaba incontables artículos del emperador francés Napoleón Bonaparte, o de cualquier cosa vinculada a su imperio. María Lourdes Pallais y Arturo Zambrana recuerdan vívidamente la multitud de elementos napoleónicos que habitaban a sus anchas en la casa de la Gacela. Pallais —sobrina de Anastasio Somoza Debayle— llegó a México mediados de los 70. Para ella el apartamento de Bertha era una especie de tributo a Napoleón Bonaparte y a Somoza Debayle. Zambrano tenía una especial vocación para coleccionar. Antes de Napoleón, fue Pedro Infante, asegura su hija.

Era también una mujer muy ordenada. “Exquisitamente ordenada. Impecable”, diría su sobrino, el padre Arturo Zambrana, quien llegó al D.F. en los 90 y se hospedó con ella cada fin de semana, durante dos años, mientras terminaba sus estudios sacerdotales.

Era una mujer “muy femenina”, señala por su parte María Lourdes Pallais, sobrina de Tachito. “Si tuviera que hacer una comparación con alguna actriz de cine (…) yo la asociaría con la Marilyn Monroe, en moreno (…) Tenía un cuerpazo. Muy guapa. Guapísima. Siempre consciente de su feminidad, nunca salía desarreglada. ¡Jamás!”. Y es que los guantes debían combinar con el bolso y el sombrero. Los tenía en blanco, en azul, de esos que llegan hasta el codo...

Aunque fue el labial rojo su mejor accesorio. Rojo sangre. Rojo carmesí. Rojo escarlata. Todo dependía de la temporada. Invierno. Verano.

Quienes la conocieron también aseguran que Bertha tenía una cintura mínima. Casi irreal. Que hablaba con los ojos. Hacía gimnasia. Adoraba la historia y a Oscar Wilde. Sonreía poco, justo lo necesario, pero se ponía feliz cuando estaba con otros nicaragüenses. “Cambiaba, cambiaba totalmente, como que le daban vida. Amaba Nicaragua”, dice su hija. A ella le enseñó el Himno Nacional. A pintar la bandera nica. Bertha, según Marina, se interesaba por contagiarle su nostalgia. Una “que sanaba contándome anécdotas y al enseñarme a preparar platillos tradicionales nicas”, dice.

Nunca perdió su acento.

La Gacela regresó un par de veces al país. Una de ellas en 1969. Llegó en un avión de LANICA con su hija. Les esperaba una limosina. Una como un enorme ofidio negro. En cadena nacional transmitieron su llegada mientras presentaban una semblanza de ella. “Mirá Gacela; la recepción que te tenemos preparada”, le decía Rafael Oliverio Cano. Este no sería su último viaje. Aún le queda uno pendiente. Quizás el más importante. “Tengo la esperanza de viajar con sus nietos Eugenio y Valentina para trasladarlas (sus cenizas) a la cripta familiar en Niquinohomo; su amada Nicaragua”, asegura su hija.

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¿Se escribían? “Indudablemente”, responde Marina. Anastasio Somoza Debayle y Bertha Zambrano Granja estuvieron siempre en contacto. Fotografías dedicadas a ella. Unas colgadas en las paredes, otras sobre una repisa, pero siempre presentes en su apartamento y en su vida. “Siempre me habló con cariño de Tacho; por lo que conservo sus cartas llenas de faltas de ortografía, grabaciones y fotografías que ella llamaba ‘sus tesoros’ que incluyen también regalitos y tarjetas que le enviaba regularmente doña Salvadorita (madre de Tachito)”, subraya su hija. María Lourdes Pallais, sobrina del dictador, cree que Bertha vivió con nostalgia de aquel amor. Uno imposible. Uno “que no pudo desarrollar con él”, dice.

“Si fue o no, un asunto de Estado, lo ignoro aunque me atrevo a afirmar que el destino de Nicaragua sin duda hubiera sido distinto si, haciendo de lado los temores y los intereses de familia se hubiera respetado la elección de Bertha y de Tachito… ¿Qué culpa tenían de que en su juventud, mi abuelo se hubiera casado por primera vez con la hermana del general Sandino…?”
Marina Gálvez, hija de Bertha Zambrano.

Bertha Zambrano, La Gacela, novia de Anastasio Somoza Debayle.
Sobre la Gacela, en 2008, Anastasio Somoza Portocarrero, hijo de Hope Portocarrero y Somoza Debayle, dijo: “Una mujer muy guapa. Famosa. Esa es una mujer muy digna. Fue uno de los grandes amores de mi papá”.

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Un teléfono. El océano Atlántico en medio. Bertha estaba en México. Marina en Francia, pero el asunto que motivó la llamada sucedió en Asunción, Paraguay.

Anastasio Somoza Debayle, el dictador, fue asesinado a los 55 años.

“Yo vivía en París en aquel entonces trabajando como diplomática, cuando me enteré hubiera querido estar a su lado, me rompió el alma. Solo la llamé y la oía llorar”, lamenta.

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“Señores pienso casarme”, anunciaba el menor de los Somoza al diario Novedades. El 18 de septiembre de 1950 la noticia era pública. “Tengo los mejores propósitos de cumplir con un deber”, dijo. Su padre le aplaudió contento. La audiencia también lo hizo. A partir de ese instante la vida de la Gacela cambiaría.

Una semana después, el 26 de septiembre, en el periódico La Noticia Bertha Zambrano revelaba que a más tardar el 28 de ese mes partía hacia México. Definitivamente. “La verdad es que acabo de regresar de México, en donde estuve durante 22 días en compañía de María Cristina Lacayo y su hija señorita Beberly Gallo, asistí a un congreso periodístico y a un congreso de productores”, aseguró. Le ofrecieron un empleo y ella aceptó. O al menos eso dijo.

Ese mismo día en Novedades anunciaban que Carnet Social, la página que ella dirigía y escribía, desde ese momento estaría a cargo de Clarisa Navas Barreto.

“Llegará el viernes de EE. UU. la distinguida señorita Hope Portocarrero Debayle”, publicaba el 27 de septiembre el diario de los Somoza. Su primo Anastasio iría a recibirla al aeropuerto. Era su futura esposa.
Se habían conocido cuando ella tenía 9 años y él 13. La familia Somoza Debayle había llegado a visitar a Blanca Debayle, hermana de Salvadora, la matrona de la dinastía. Hope, desde entonces, quedó enamorada de su primo larguirucho.

Hope Portocarrero Debayle, o Blanca Esperanza como le llamaron sus padres, nació el 28 de junio de 1929 en Tampa, Estados Unidos. Estudió en los mejores colegios. Sabía francés, italiano, español y su lengua materna: inglés. Era una mujer clásica. Elegante. Seria. Reservada, cuentan.

En 1950 Bertha anduvo en una gira de trabajo que la llevó por Latinoamérica. El Excélsior de México resaltaba su llegada. “Berta Zambrano, una bella periodista”, titulaba. En ese viaje le ofrecieron trabajo.

Para Marina Gálvez, hija de Bertha, la partida de su mamá hacia México se debe a que “coincidentemente, la Hope regresaba de los Estados Unidos por lo que el padre de Tachito le encomienda pasear a su prima”, asegura. “Tachito explica a mi madre que debe pasar tiempo con su prima, el asunto fue consensuado entre ambos, ya que se trataba de la hija de la hermana de doña Salvadora”, continúa Marina. “La situación se vuelve conflictiva e incómoda por los rumores provocados de romance que en sí la relación despierta. Lastimada mi madre, decide aceptar la oferta de trabajo en México y al poco tiempo Tachito fue forzado por orden militar a desposar a su parienta”.

El exilio de la Gacela fue para muchos un asunto tejido lentamente. “Vino la intriga no solamente de la parte interna de la familia, sino de personas que estaban alrededor”, asevera el historiador Luis Armando Zambrana. Personas que querían que Tachito no se casara con Bertha sino con Hope. “Se habló de pleitos muy duros. Se habló de reclamos del joven Somoza, contra su padre. Que hubo puñetazos. Al final se impuso la corona”, subraya.

A las 5:25 de la tarde del 30 de septiembre llegó Hope a Nicaragua. Anastasio Somoza Debayle “visiblemente emocionado”, fue el primero en abrazarla, señala Novedades. Dos meses después se celebró el matrimonio. Cuatro mil personas asistieron. Le llamaron la “Boda del Siglo”. Ella tenía 21 años. Él 25.

“Fue un matrimonio forzado. Somoza García tenía el complejo de querer conquistar a la familia Debayle. Ese complejo es porque los suegros de él se habían opuesto al matrimonio de Somoza (...) con una de las hijas del matrimonio Debayle-Sacasa, Salvadora”
Nicolás López M, periodista e historiador.

Bertha Zambrano recibió los recortes de periódicos. Miró a Hope cubierta de encaje y a Tachito a su lado. “No sé quién tuvo el mal gusto de enviárselos desde Nicaragua”, asevera Marina, su hija. Ella los encontró justo a finales de febrero cuando hurgaba entre los documentos que su madre guardó. Era la primera vez que veía algunos. Desde la muerte de Bertha, Marina, conserva todas sus pertenencias. “Sus tesoros”. Entre ellos la enorme foto de Anastasio Somoza Debayle. La que está dedicada a su mamá. La del puro, de las gafas gruesas, del traje militar...

La Dinorah

Durante 18 años Anastasio Somoza Debayle sostuvo una relación con Dinorah Sampson. Su amante. El amorío de Tachito era más que conocido. Nicaragua entera lo sabía. Su esposa Hope Portocarrero lo sabía. Fue Sampson quien lo acompañó en su exilio a Paraguay y en la última noche de su vida. A pesar de las infidelidades de Somoza Debayle, él y su prima Hope nunca se divorciaron.

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Reportaje