Gorriarán Merlo, el sicario de los sandinistas

Reportaje - 01.10.2023
Gorriarán-promo

El argentino fue interrogador de la Seguridad del Estado y uno de los asesinos de Pablo Emilio Salazar y Anastasio Somoza Debayle. Su vida estuvo marcada por las armas y la sangre

Por Redacción Magazine

Enrique Haroldo Gorriarán Merlo aprendió a manipular armas en 1967, cuando ya tenía 26 años y fue seleccionado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Argentina, junto a otros nueve hombres, para que se sumaran a la guerrilla de Ernesto “Che” Guevara, en Bolivia.

El grupo se entrenó en la ciudad de Rosario y lo primero que les enseñaron fue a armar y desarmar una pistola 45, lo que después también tenían que hacer con los ojos vendados para que se habituaran “al manejo de las armas”, contó Gorriarán en sus memorias.

A continuación, con pistolas y rifles de aire comprimido, entrenaron puntería dentro de las casas y luego practicaron tiro en el campo.

La pequeña unidad guerrillera nunca llegó a Bolivia, porque el ejército boliviano y la Central de Inteligencia Americana (CIA) mataron al Che Guevara, pero a Gorriarán le quedó el gusto por las armas, tanto que a los pocos años era el líder del brazo armado del PRT, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y había cometido crímenes y atentados.

En los años setenta, Gorriarán era considerado en Argentina como un “fierrero”, afirmó en un escrito su excompañero en el PRT, Luis Mattini, seudónimo de Arnol Kremer. Es decir, era un “aficionado a las armas”. Aunque Mattini aclara que no se trataba de un “simple fierrero”, pues tenía conocimientos teóricos del marxismo y había estudiado economía.

Huyendo de la dictadura argentina de Jorge Videla, Gorriarán se fue al exilio en 1976 y unió en 1979 al Frente Sandinista (FSLN) y, tras la llegada al poder en Nicaragua de ese grupo guerrillero, se convirtió en una especie de sicario de los sandinistas.

En octubre de ese año, mató de un disparo al exmayor de la Guardia Nacional, Pablo Emilio Salazar, mejor conocido como Comandante Bravo, relató el exagente argentino de la revolución cubana, Jorge Massetti.

Gorriarán, de niño. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

El crimen se cometió en Honduras, donde Salazar agrupaba a exguardias para que lucharan contra el régimen sandinista que se había instalado en Nicaragua tres meses antes, tras derrocar al dictador Anastasio Somoza Debayle.

La ejecución de Salazar fue el primer operativo que realizó la Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE), a la que Gorriarán pertenecía y estaba recién creada por los sandinistas.

Lea también: Asesinato "sandinista" en la casa de Sandino

Ese órgano de inteligencia era una copia fiel de la que existía en Cuba y estaba dirigida por Tomás Borge, Lenín Cerna y el cubano Renán Montero, un agente que le había servido como enlace con Cuba al Che Guevara en Bolivia, pero, por órdenes del gobierno cubano, se fue a Francia y lo dejó incomunicado, lo que a la postre facilitó que el Che cayera prisionero y luego fuera asesinado.

Tras matar al Comandante Bravo, y siempre actuando bajo las órdenes de la inteligencia sandinista, la siguiente víctima de Gorriarán fue precisamente Anastasio Somoza Debayle. En septiembre de 1980, Gorriarán dirigió a un comando guerrillero argentino que mató a Somoza Debayle en Paraguay, donde el exdictador nicaragüense estaba asilado, porque no fue bien recibido en Estados Unidos, tras ser destronado en julio de 1979.

***

El barrio San Nicolás, en Buenos Aires, vio crecer a Gorriarán en una familia de clase media. Nació en 1941 y vivía junto a su padre, el comerciante Asencio Gorriarán, su madre Irma Beatriz Merlo, y dos hermanos. La tienda del papá era grande y se llamaba La Sorpresa.

De pequeño le decían “Gungo” porque, según su mamá, esa fue la primera palabra que pronunció.

Vivió una infancia y una adolescencia tranquila.

Hasta 1958, los colegios en Argentina eran públicos y gratuitos, pero en ese año el gobierno de Arturo Frondizi autorizó la educación privada, provocando la agitación de la población y luchas callejeras.

Gorriarán Merlo estaba en cuarto año de la escuela comercial y participó en las movilizaciones y en las tomas de colegios, lo cual provocó que lo echaran de su escuela y fue a terminar ese cuarto año a la ciudad de Pergamino.

En Pergamino, conoció a Luis Pujals, quien era de izquierda y fue quien hizo que Gorriarán se integrara a la lucha revolucionaria. Años después, Pujals fue uno de los fundadores del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y, en 1971, se convirtió en el primer desaparecido de esa organización.

Cuando se conocieron, Pujals militaba en Palabra Obrera, pero Gorriarán no sabía qué era eso, sino solamente que luchaban por la igualdad a favor de los pobres y que Pujals le hablaba del marxismo.

Luego, a inicios de los años sesenta, Gorriarán coincidió de nuevo con Pujals en Rosario, donde estudió primero arquitectura y luego se pasó a economía. Pujals lo siguió influenciando para que se uniera a su organización marxista de tendencia trotskista.

Para ese tiempo llegó Fidel Castro a Argentina, tras el triunfo de la revolución cubana, y habló de la dependencia de Latinoamérica hacia Estados Unidos. También ocurrieron otros hechos que hicieron que Gorriarán fuera tomando una postura política definida, hacia la izquierda, hacia el apoyo  a la revolución cubana y su aversión a las dictaduras de derecha que existían en Latinoamérica, apoyadas por Estados Unidos. Uno de esos hechos fue la invasión a Bahía de Cochinos en un intento de derrocar a Castro, que generó solidaridad con Cuba.

Luego, Gorriarán entró al servicio militar y volvió a coincidir con Pujals y hablaban de apoyar la revolución cubana.

Con el tiempo, Palabra Obrera, la corriente trotskista a la que pertenecía Pujals, se fusionó con el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), un movimiento indigenista impulsado por Mario Roberto Santucho, y así nació el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), al que se unió Gorriarán.

Este partido fue el que decidió que 10 de sus miembros, entre ellos Gorriarán, fueran a Bolivia a apoyar a la guerrilla del Che Guevara. No fueron, pero a Gorriarán le quedó el gusto por las armas, tanto que, en 1970, cuando se crea el brazo militar del partido, el denominado Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Gorriarán queda como uno de los jefes militares.

Los del PRT no habían optado por las armas, incluso, participaron en un proceso electoral en 1965, pero luego alegaron que los gobiernos de los presidentes Juan Carlos Onganía y Roberto Marcelo Levingston no les dejaron opción porque eran muy represivos.

A partir de entonces, Gorriarán comenzó a protagonizar varios hechos sangrientos, siendo uno de los más recordados la fuga del penal de Rawson, en agosto de 1972. Un año antes, Gorriarán y Santucho habían sido detenidos en Córdoba, pero tiempo después fueron trasladados a ese penal.

En Rawson estaban encarcelados más de 100 guerrilleros que pertenecían a diferentes grupos, principalmente del ERP y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), así como de los Montoneros.

El ERP y las FAR idearon una fuga, pero el día del escape, el 15 de agosto de 1972, cuando los propios presos se iban a tomar el penal, tenían que llegar una camioneta y dos camiones para llevarlos al aeropuerto de Trelew, para abordar un avión que los llevaría a Chile.

La camioneta y el camión no llegaron. Solo se apareció un carro, en el que salieron seis de los altos jefes guerrilleros, entre ellos Gorriarán y su amigo Mario Santucho, y los llevó al aeropuerto de Trelew, abordaron el avión, estuvieron esperando a los demás, pero finalmente alzaron vuelo.

En los años setenta, Gorriarán y otros miembros del ERP. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

Cuando el avión ya se había ido, llegaron otros 19 prisioneros, pero ya era tarde y fueron inmediatamente detenidos. Siete días después, el 22 de agosto, fueron acribillados en las puertas de sus celdas y solo sobrevivieron tres.

Gorriarán explicó después que los encargados de los otros vehículos no llegaron al penal porque escucharon una balacera y creyeron que la operación se había abortado.

Gorriarán había ido ganando respeto como jefe militar, pero, lo perdió en la noche del 19 de enero de 1974, cuando, bajo su mando, un grupo del ERP atacó la guarnición militar de Azul, una de las más poderosas de Argentina en ese momento, por el armamento almacenado en la misma, y que estaba ubicado a 300 kilómetros de la capital Buenos Aires.

Fue un ataque demencial, explica un artículo del medio Infobae. Criminal y sangriento. La idea era ocupar armas, y, una vez iniciado el combate, los atacantes mantuvieron la ofensiva durante una hora hasta que se comprobó que no era posible dominar al enemigo porque eran muchos más.

La acción dejó dos guerrilleros muertos y otros dos desaparecidos. Además, murieron el soldado Daniel González, el jefe de la Unidad, coronel Camilo Gay y su esposa Nilda Cazaux y fue secuestrado el coronel Jorge Ibarzábal, que fue asesinado casi un año después, algo que en la actualidad algunos sectores han propuesto que se declare crimen de lesa humanidad, afirma un artículo del medio argentino Perfil.

Por esa acción, Gorriarán fue castigado dentro del ERP, porque cometió varios errores conduciendo el operativo, especialmente porque, a la mañana siguiente, ordenó la retirada prematuramente sin asegurarse de que fuera segura para el grupo guerrillero.

El 19 de julio de 1976, con el dictador Jorge Videla ya instalado en el poder, el ejército argentino mató al jefe máximo del ERP, Mario Santucho. Posteriormente, también fueron aniquilados otros destacados miembros del ERP, o desaparecidos. Tras la muerte de Santucho, Gorriarán pasó a ser el más buscado y tomó la decisión de irse para Europa.

Entre 1976 y 1978, Gorriarán entraba y salía de Argentina, con mucha cautela, pero, a partir de mayo de 1979, se incorporó a la guerrilla sandinista que luchaba contra Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua.

***

El primer contacto que Gorriarán tuvo con los sandinistas ocurrió en 1972, cuando conoció en Cuba al fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador, durante un acto de solidaridad con Vietnam del Norte, que intentaba derrocar al gobierno del Sur, pero este último recibió el apoyo de tropas de Estados Unidos.

Fonseca vivía en Cuba desde que en 1970 fue liberado de una cárcel de Costa Rica y no podía regresar a Nicaragua porque era buscado por la Guardia Nacional de Somoza.

“Me llamó la atención, además de su humildad y su amplio dominio sobre la historia y la idiosincrasia de los pueblos de Nicaragua y Centroamérica, el optimismo que reflejaban sus palabras respecto a un triunfo futuro, que él descontaba”, contó Gorriarán sobre Fonseca, varios años después del encuentro.

Fonseca fue asesinado por la Guardia Nacional, en las montañas de Nicaragua, en noviembre de 1976.

Dos años después de la muerte de Fonseca, en 1978, Gorriarán estaba exiliado en Europa, pero llegó a Cuba, donde entró en contacto con Jacinto Suárez, representante del FSLN en la isla. El primero de agosto, viajaron juntos a Etiopía, a conmemorar el cuarto aniversario de la revolución etíope, en una gira en la que también iban Doris Tijerino, quien después llegó a ser jefe de la Policía Sandinista, y Cándida González, de seudónimo Julia, originaria de Estelí y quien fuera esposa del jefe del ejército, general Joaquín Cuadra.

En las conversaciones que sostuvieron durante el viaje, Gorriarán habló de la posibilidad de ir a Nicaragua, en caso de que los sandinistas realizaran una insurrección contra Somoza. Y, en ese mismo mes de agosto, el día 22, Gorriarán comenzó a seguir muy de cerca las noticias sobre Nicaragua porque un comando sandinista se tomó el Congreso del país en un operativo dirigido por Edén Pastora, Dora María Téllez y Hugo Torres.

Un mes después, los sandinistas intentaron una ofensiva final para sacar del poder a Somoza, pero no prosperó. Aun así, quedaron animados para un segundo intento y, a partir de enero de 1979, comenzaron a pedir apoyo a grupos guerrilleros de otros países para realizar otra insurrección final.

Gorriarán fue uno de los que recibió la solicitud de apoyo, mientras estaba en Masnou, Barcelona. Seis integrantes del ERP se alistaron para llegar a Nicaragua: Hugo Irurzún, Ricardo, Jorge Massetti, Manuel Beristain, Roberto Sánchez y Gorriarán.

Tuvieron problemas porque no tenían dinero para el pasaje hacia Nicaragua y les dio pena pedirles a los sandinistas. Pero, en esos días, Gorriarán visitó a unos familiares en Barcelona y le dieron la noticia de que su madre Beatriz le había mandado cinco mil dólares, producto de una herencia que dejó el abuelo materno.

“¡Los pasajes estaban resueltos!”, escribió Gorriarán.

Una parte del grupo, en la que iba Gorriarán, llegó a Panamá y luego volaron a Liberia, Costa Rica, donde los sandinistas los alojaron en una casa, por la cual pasaban muchos guerrilleros internacionalistas antes de integrarse al Frente Sur.

Finalmente, el 5 de mayo de 1979, llegaron a Peñas Blancas, adonde estaban las tropas sandinistas. Todavía no se habían bajado de la camioneta en la que iban, cuando escucharon decir: “¡A las trincheras, a las trincheras!”.

En ese momento, varios aviones de la Fuerza Aérea de Nicaragua (FAN) les estaban dejando caer bombas. “Ese fue el cordial recibimiento que nos dio Somoza”, escribió Gorriarán.

Gorriarán fue ubicado en Sapoá, un lugar que ya estaba en poder de los sandinistas, pero, estaba tan cerca de la línea defensiva de las tropas de Somoza, que ambos bandos se ofendían al tenerse tan próximos.

El jefe de Gorriarán era el panameño Hugo Spadafora, que había sido ministro de Salud en el gobierno de Omar Torrijos.

***

El 17 de julio, cerca de las 2:00 de la madrugada, Gorriarán escuchó un bombardeo de las tropas de Somoza. No lo sabían en ese momento, sino hasta el amanecer, que era para cubrir la retirada de Somoza en el aeropuerto de Managua, porque esa madrugada se fue al exilio a Miami, junto a su hijo Anastasio Somoza Portocarrero y algunos de sus allegados.

En la mañana, había alegría en el campamento de los sandinistas en Sapoá.

Gorriarán tuvo acceso a mucha información porque estaba cerca de Humberto Ortega, el que dirigía la guerra por parte de los sandinistas.

El 19 de julio por la tarde, cuando ya el triunfo sandinista era un hecho, Gorriarán y los demás argentinos partieron en camiones hacia Managua. En el trayecto, iban viendo la alegría en los pueblos de Rivas, Granada y Masaya.

Gorriarán con la guerrilla sandinista en 1979. Es el segundo de izquierda a derecha. FOTO TOMADA DE INTERNET

El 20, en la madrugada, llegaron a la capital y los enviaron directo al búnker de Somoza, en la Loma de Tiscapa. Ni Gorriarán ni sus compañeros asistieron a la celebración que se realizó en la Plaza de la República ese día, porque se quedaron en el búnker.

En los siguientes días, se organizó la Seguridad del Estado (DGSE) sandinista y Gorriarán fue asignado a la misma, primero como interrogador, pero luego fue trasladado al área de Inteligencia.

Mientras fue interrogador, Gorriarán interpelaba a todos los guardias que fueron capturados en julio de 1979 y los cuales después pasaban a los Tribunales Populares Antisomocistas (TPA), donde les esperaba una segura condena.

Lea también: Un hombre llamado "El terror de Pantasma"

Cuando pasó a Inteligencia, trabajó detectando cómo se estaba creando una contrarrevolución. Entre Renán Montero, Lenín Cerna y Gorriarán, se dedicaron a seguir los pasos de dos personajes a los que consideraron como los jefes de la contrarrevolución: Anastasio Somoza Debayle y Pablo Emilio Salazar, el Comandante Bravo, el mismo que había dirigido las tropas de Somoza en la frontera sur, donde había estado Gorriarán.

***

Curioso, pero Gorriarán no menciona a Pablo Emilio Salazar en sus memorias, ni relata su participación en el asesinato del llamado Comandante Bravo. Fue otro argentino que llegó con Gorriarán a Nicaragua en 1979, Jorge Massetti, quien aseguró que Gorriarán mató a Salazar de un tiro en la cabeza.

La razón para ese silencio en sus memorias podría ser Miriam Barberena, una nicaragüense que primero fue amante de Salazar y luego de Gorriarán.

Miriam cayó presa poco después del 19 de julio y se le identificó como “sapa”, es decir, como alguien que había delatado a guerrilleros sandinistas ante la Guardia Nacional, contó Massettti en una entrevista a La Prensa en 2001.

La mujer acordó con los sandinistas ayudarles a ubicar a Salazar, pero a cambio de que le perdonaran las delaciones que hizo ante la Guardia y, además, que le dieran dinero y una casa para su mamá en León.

Tras huir del Frente Sur junto a sus hombres, Salazar se fue a Miami, adonde estaban su esposa y sus hijas, pero a inicios de octubre de 1979 regresó a Centroamérica con dos furgones cargados con ayuda para los exguardias que estaban en Guatemala, El Salvador y Honduras.

Lenín Cerna, Renan Montero y Gorriarán interceptaron las llamadas entre Salazar y Miriam y detectaron que también traía la intención de reagrupar a los exguardias para combatir al nuevo régimen sandinista. Según las indagaciones, para ese fin Salazar se comunicaba con Somoza, quien se había ido a Paraguay porque no fue bien recibido por el gobierno estadounidense de Jimmy Carter.

Pablo Emilio Salazar, Comandante Bravo. FOTO/ CORTESÍA

Miriam y Salazar acordaron que se verían en Honduras para continuar con su romance, pero ella ya había iniciado otro con Gorriarán.

Los sandinistas ubicaron a Lenín Cerna como empleado del consulado nicaragüense en Honduras, para que tuviera vía libre para moverse en ese país y es quien después proporcionó las armas con las que mataron a Salazar. A Gorriarán, que estaba en el grupo, le dio una pistola 22 con silenciador.

El 8 de octubre, Miriam se instaló en el hotel Honduras Maya, pero no sería ahí donde se vería con Salazar, sino que Lenín Cerna alquiló una casa en el reparto Miradores de Loarques, en la periferia de Tegucigalpa.

Dos días después, el 10 de octubre, llegó Salazar a Tegucigalpa y se hospedó en el hotel Itsmania. Y Luego se fue a ver a Miriam, quien lo citó a la casa alquilada.

“La operación es muy sencilla porque Bravo llega solo a la casa. El Gato (otro de los argentinos) está parapetado en la parte de afuera de la casa, en un patiecito, y Gorriarán está oculto en una segunda pared. Cuando el hombre toca la puerta la mujer lo recibe como si fuera la amante, lo hace pasar, y El Pelao (así le decían a Gorriarán) le pone la pistola en la cabeza y le da el tiro. Luego, lo arrastran, lo meten debajo de la cama y se van tranquilos”, contó Massetti.

Cuatro días después fue encontrado el cadáver de Salazar.

***

Los nueve comandantes de la revolución sandinistas estuvieron de acuerdo en que se matara a Anastasio Somoza Debayle, afirma Gorriarán en sus memorias. No fue una venganza por su pasado dictatorial, sino porque orquestaba la creación de la contrarrevolución.

“Él estaba operando directamente con algunas fuerzas internas de Nicaragua y de ahí obteníamos buena parte de la información. Somoza homogeneizaba la fuerza, coordinaba y garantizaba el financiamiento de los primeros contingentes de la contrarrevolución que empezaba”, escribió Gorriarán sobre Somoza.

Bajo la responsabilidad de Gorriarán, los sandinistas conformaron un grupo de 12 personas para cometer el asesinato, que se orquestó desde noviembre de 1979. Todos eran argentinos del PRT-ERP.

Sabían que Somoza estaba en Asunción, Paraguay, pero no exactamente dónde.

Manuel Beristain y una mujer fueron los primeros en llegar a Asunción, en febrero de 1980, para preparar el terreno y averiguar el domicilio de la víctima. Regresaron a Nicaragua con información valiosa, como hoteles y lugares para alquilar, pero sin la ubicación de la residencia de Somoza.

En abril fueron enviados otros dos, Hugo Irurzún (Santiago) y Claudia Lareu. A finales de ese mismo mes llegaron Gorriarán y otra mujer. Y en seguida Roberto Sánchez y otra mujer. La misión era ubicar el paradero de Somoza.

Averiguaron una dirección, pero resultó ser la de un domicilio anterior.

Una de las mujeres del grupo se subió a un taxi y le dijo al taxista que iba a una peluquería que quedaba a una cuadra de la casa de Somoza. El taxista, que no sabía dónde quedaba la casa de Somoza, se paró en una comisaría y un policía le dijo: “Queda en la Avenida España”.

El grupo comenzó a rondar la calle, buscando ver a Somoza, pero pasaban los días y nada. Así, llegaron al mes de julio y no lo habían visto. Pero, un día de ese mes, Roberto Sánchez salió en un vehículo a comprar algo y se topó con Somoza.

Sánchez regresó a la casa agitado y contó que había visto a Somoza a bordo de un Mercedes Benz y desde entonces comenzaron a seguirlo.

Como las apariciones de Somoza no eran frecuentes, el grupo ideó que uno de ellos se hiciera socio de un hombre que tenía un kiosco de revistas. Había dos kioscos y eligieron al que vendía menos.

Así, el del grupo que se hizo socio del kiosco podía pasar todo el día observando en la Avenida España. Eso fue a principios de agosto.

Otra estrategia que utilizaron fue alquilar una casa a cuyo dueño le dijeron que era para el cantante español Julio Iglesias. Le comentaron que un grupo de personas iba a estar trabajando en la casa, decorándola, para cuando llegara el artista. Así lograron permanecer en la casa sin levantar sospechas.

Entre el armamento que tenían, estaba una bazooka RPG2, de fabricación china, dos ametralladoras Ingram, un fusil M16 y dos pistolas.

De repente, por casi 20 días, Somoza no volvió a aparecer. Los argentinos pensaban que habían levantado sospechas y se estaban desanimando. Pero, el 10 de septiembre, el que estaba en el kiosco avisó que ahí estaba de nuevo. Después supieron que Somoza se había ido al Chaco paraguayo, a ver unas tierras que había comprado.

El 17, a las 10:00 de la mañana, lo volvieron a ver. Y se dio la señal: “Blanco, blanco”, porque el Mercedes Benz de Somoza era de ese color.

El carro en el que viajaba Somoza cuando fue asesinado en Paraguay. FOTO/ ARCHIVO

Gorriarán contó: “Salí hasta casi la vereda, vi el auto, di la señal en el momento en que estaba previsto darla. Salió Santiago. El Gordo (Roberto Sánchez) se acomodó con la camioneta y cortó el tránsito, pero escuché un ruido y cuando me di vuelta vi a Santiago en el suelo. El cohete había fallado, no había salido de la bazooka y él estaba cambiándolo”.

El auto de Somoza le quedó de frente a Gorriarán, como a tres metros de distancia. Se sorprendió porque el chofer no era Samuel Genie, exjefe de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), que era a quien habían visto en los días anteriores, y Somoza no iba a la par del conductor, sino en el asiento trasero junto a otra persona.

Atrás estaba el vehículo de la custodia, con cuatro guardias.

Roberto Sánchez y Gorriarán comenzaron a disparar, tanto sobre el auto de Somoza como contra los custodios, que se habían bajado y se refugiaron detrás de un paredón.

Al diario español El País, Gorriarán relató en agosto de 1983: “Comencé a disparar. Primero sobre el chofer, al que le hice un solo disparo para detenerlo, y luego sobre Somoza y su acompañante, a quien le tiré tres o cuatro veces. Observé que los disparos penetraron sin dificultad. Disparé tiro a tiro, y cada disparo hacía que el cuerpo de Anastasio Somoza se moviera”.

Lea también: El Lomazo de Emiliano Chamorro

Luego, Sánchez tuvo que centrarse en los guardias, porque Gorriarán se quedó sin municiones y estaba siendo atacado.

Gorriarán entró a la casa y tomó una ametralladora. Santiago también entró y luego ambos salieron, pero Santiago ya había cambiado el cohete.

“Santiago, desde la puerta de la casa, disparó con la bazooka sobre el vehículo. El cohete aniquiló el auto. Los custodios dejaron de disparar. Todo esto sucedió en cuestión de segundos”, recordó Gorriarán en sus memorias. La muerte de Somoza estaba asegurada.

Sánchez, Santiago y Gorriarán trataron de escapar en una camioneta, pero se había dañado con el tiroteo y se les detuvo al poco de andar. Pararon un auto, sacaron al conductor y se fueron en ese carro. Tras el tiroteo, la calle había quedado despejada.

Con excepción de Santiago, el resto del comando logró salir de Paraguay. Santiago fue capturado y torturado por la policía paraguaya, al día siguiente del atentado contra Somoza. El cadáver, presentado ese mismo día, tenía una perforación de bala arriba de la ingle, a la derecha, y marcas de abusos en el tórax y la cabeza.

***

Por la tarde del 17 de septiembre de 1980, estando todavía en Paraguay, Gorriarán escuchó Radio Ñandutí, que enlazó una comunicación directa con Nicaragua y transmitió en directo lo que se vivía en Managua. Había festejos en las calles de la capital nicaragüense y el gobierno había oficializado un día de asueto.

Los nueve comandantes sandinistas salieron a recorrer las calles.

Días después, Gorriarán salió hacia Brasil, a pesar de que las fronteras estaban supervigiladas, porque la Policía paraguaya buscaba a los asesinos de Somoza. Luego, tomó un avión hacia Costa Rica y de ahí cruzó por tierra para Nicaragua, adonde llegó 13 días después de la muerte de Somoza.

Al principio, aunque todo mundo hablaba de la muerte de Somoza, ni Gorriarán ni los demás argentinos que regresaron a Nicaragua podían hablar de que fueron ellos los autores de la muerte del dictador. Fue hasta después que se supo.

Muerto Somoza, Gorriarán y los demás argentinos comenzaron a trabajar en cómo instalar su lucha contra la dictadura en Argentina. Por entonces, el dictador todavía era el mismo por el que Gorriarán había dejado su país: Jorge Videla.

Gorriarán y sus compañeros tenían un plan, pero todo cambió con la guerra de Las Malvinas. Tras la derrota argentina, la situación en ese país giró hacia la democracia, y tuvieron que desistir de la unidad guerrillera que deseaban conformar.

Mientras tanto, entre 1981 y 1982, Gorriarán unas veces estaba en Nicaragua y otras en Argentina, pero, con el presidente Raúl Alfonsín en el poder, a partir de 1983, Gorriarán creó el Movimiento Todos por la Patria (MTP), el que formalizó en enero de 1986, agrupación con la que realizó actividades políticas dentro de la legalidad hasta 1989.

En ese año, estando aún Raúl Alfonsín en la presidencia, Gorriarán alegó que un grupo del ejército argentino, aliado con Carlos Menem, quería darle golpe de Estado a Alfonsín. Gorriarán veía inepto al gobierno de Alfonsín, por lo que decidió atacar un cuartel del ejército para abortar el golpe.

En la madrugada del 23 de enero de 1989, un total de 46 militantes del MTP, con poca preparación militar, escasamente armados y encabezados por Gorriarán, intentaron tomarse los cuarteles de un regimiento de infantería mecanizada ubicado en La Tablada, cerca del municipio La Matanza, en Buenos Aires.

El fuego cruzado entre los asaltantes y los del ejército, escribió Marianela Scocco, se mantuvo durante todo el día, hasta que se interrumpió intermitentemente por la noche.

Una escena del ataque a La Tablada. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

Poco después de las 8:00 de la mañana del día siguiente, el jefe del cuartel, el general Alfredo Arrillaga, llamó a los atacantes a rendirse y estos últimos respondieron que estaban dispuestos a hacerlo, pero pidieron la presencia de un juez y atención médica para los heridos.

La represión que ocurrió después fue desmedida y violenta. Dejó 29 muertos y 13 detenidos, según las cifras del ejército. Gorriarán aseguró que fueron 43 muertos, 32 del MTP y 11 militares.

Gorriarán asumió la responsabilidad del sangriento ataque años después, pero, en el momento, no se quedó en Argentina para responder ante la justicia. Incluso, pasó por Nicaragua, donde vio que los sandinistas, a pesar de que estaban optimistas, tenían difícil la situación electoral.

La derrota electoral lo sorprendió en México. Ese día, 25 de febrero de 1990, se durmió a medianoche, cuando los medios mexicanos informaron que el primer conteo era favorable a los sandinistas. Se despertó a las 5:00 de la mañana del día siguiente, con la noticia de que los sandinistas habían perdido.

Entre 1990 y 1995, Gorriarán se movió por diferentes países, incluido Argentina, adonde entraba clandestinamente porque la inteligencia del ejército argentino lo buscaba por todas partes, especialmente en México y Argentina. A Nicaragua llegaba porque era donde vivían sus hijas gemelas, Adriana y Cecilia Gorriarán Sívori, que procreó con la argentina Ana María Sívori, con quien se había casado, pero luego se separaron.

Las cosas comienzan a ir mal cuando la Policía argentina detuvo en Rosario, en septiembre de 1994, a Ana María Sívori, después de un intenso seguimiento policial.

Según un reportaje de Infobae, Gorriarán no se dio cuenta de la detención porque, en México, andaba en amores con Miriam, la nicaragüense que había sido amante de Pablo Emilio Escobar, el Comandante Bravo, y al que ayudó para que Gorriarán lo matara de un balazo en una casa en Tegucigalpa, Honduras.

El mismo medio informa que el entonces presidente argentino Carlos Menem, el mismo al que Gorriarán había acusado de querer darle golpe de Estado a Alfonsín, realizó un pacto con el entonces presidente mexicano Ernesto Zedillo para que se capturara a Gorriarán y fuera deportado a Argentina, para que enfrentara la justicia por los sucesos de La Tablada.

La familia de Gorriarán: la exesposa Ana María Sívori y sus hijas Adriana y Cecilia. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

Gorriarán había llegado a Chiapas para servir como instructor militar del ejército zapatista, pero, en un descuido, a pesar de que advirtió que lo seguían, contó en sus memorias, se confió de que el gobierno mexicano se había caracterizado por acoger a los perseguidos políticos de otros países.

El sábado 28 de octubre de 1995, aproximadamente a las 9:00 de la mañana, Gorriarán fue detenido cuando viajaba junto a Miriam y otra persona en un carro en la carretera que une a Tepotzlan y Cuautla. Tras la detención, a Gorriarán lo separaron de Miriam.

Gorriarán intentó pedir asilo político, pero lo subieron a un avión y lo deportaron a Argentina, donde inmediatamente lo pusieron en la cárcel de Villa Devoto.

***

Por el ataque a La Tablada, Gorriarán fue condenado a cadena perpetua y luego inició una huelga de hambre porque, afirmaba, había habido errores en el juicio.

En la cárcel recibió las visitas de dos viejos amigos nicaragüenses, Daniel Ortega y Tomás Borge. “Yo conocí a Gorriarán en Argentina, cuando estaba preso lo llegué a ver, teníamos una especie de deuda (por el asesinato de Somoza), aunque a mí no me alegró la muerte de Somoza”, dijo Borge al diario La Prensa en 2005.

Cuando Ortega visitó a Gorriarán, hizo gestiones para que el gobierno argentino lo liberara. Gorriarán escribió: “Ya avanzada la huelga (de hambre), Daniel Ortega viajó desde Nicaragua para vernos y tratar de hacer las gestiones posibles ante el gobierno argentino. Vino no solo a título personal, sino que también traía la palabra del Frente Sandinista”.

Celebración de la revolución sandinista en 2007, con simpatizantes portando imágenes de Gorriarán, ya fallecido en ese momento, y de Hugo Irurzún, Santiago, muerto tras el atentado contra Somoza en Paraguay. FOTO/ ARCHIVO

Gorriarán no fue liberado en esa ocasión, sino hasta en mayo de 2003, gracias a un indulto del presidente Eduardo Duhalde.

Inmediatamente, Daniel Ortega lo invitó para que llegara a Nicaragua en el mes de julio, para celebrar el aniversario de la revolución sandinista. Sin embargo, el 8 de julio de 2003, el gobierno de Enrique Bolaños le negó la entrada al país.

En ese momento, una fuente de la presidencia dijo que Bolaños tomó esa decisión “para ser consecuente con su discurso de estar en contra del terrorismo”, pues hacía dos años había ocurrido lo de las Torres Gemelas en Nueva York y Gorriarán, a pesar del indulto, estaba considerado como un terrorista internacional.

Gorriarán ya no alcanzó a ver que su amigo Daniel Ortega regresó al poder en enero de 2007, pues falleció cuatro meses antes, el 22 de septiembre de 2006, a causa de la rotura de un aneurisma en la aorta abdominal.

En huelga de hambre, cuando estaba preso por el ataque a La Tablada. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

Sección
Reportaje