No tenía experiencia, no tenía tenis, pero quería correr. Johnson Cruz es el isleño que participó en el Survival Run, el ultramaratón en el que compitió con los mejores atletas de esta disciplina y los venció
Por Tammy Zoad Mendoza M.
Fotos cortesía de Alberto Campos Bustos
Johnson Cruz Barrios, de 27 años, es un atleta nato, un joven intrépido y testarudo o un loco. Todo depende a quién se le pregunte.
Para Josué Stephens, director fundador de la organización Fuego y Agua, Johnson es el prospecto perfecto para formarse como un deportista profesional. La primera vez que se encontraron Stephens le entregó un par de zapatos y le dijo que lo quería ver en el maratón de Fuego y Agua el año siguiente. Sin embargo el joven llegó mucho más lejos que a la línea de la meta.
Su familia sabe que es un buen muchacho; trabajador y responsable, pero insisten en que debe quedarse quieto. A su mamá le preocupa que un día caiga redondo por tanto correr. Y no es tanto lo que corre, sino que luego de horas de ejercicios regresa a su casa y se alista para ir a trabajar con su padre en una finca de plátanos. Al salir de la jornada, de nuevo a entrenar.
Quienes lo conocen desde hace más de cinco años y lo ven ahora pegar carreras por los senderos han pensado que está loco, y se lo dicen. ¿Cómo es posible que un chavalo que toda su vida ha andado de arriba a abajo a pie o en bicicleta en el ocho que conforma el terreno de la isla, tenga ganas de sobra para correr “por deporte”? “Eso es locura”, dirán algunos.
Pero hace cinco años empezó lo que según él es la carrera de su vida. Ahora Johnson Cruz quiere correr por Nicaragua en los Juegos Olímpicos 2016.
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Corrió, nadó, cargó, escaló y superó obstáculos e inclemencias del clima durante unos 75 kilómetros. Johnson Cruz completó el Survival Run del Ultramaratón Fuego y Agua en 16 horas y un poco más. Minutos después llegó el estadounidense Junyong Pak. Uno a uno fue llegando el resto de competidores, aunque algunos de los 37 deportistas, de 12 países, no lograron terminar.
“Sí sabía que competiría con deportistas de verdad, incluso con campeones del mundo... pero no los conocía. No estaba preocupado porque yo quería correr para sentirme bien”, reconoce Cruz. “Habían hombres y mujeres fuertes. No tengo tantos músculos ni tanta experiencia, pero estaba feliz de poder estar ahí y correr junto a ellos”.
Maratonistas, entrenadores profesionales y atletas de alto rendimiento. Hasta Joe Decker, el hombre más en forma del mundo, según el Guinness World Records luego de superar un maratón de pruebas físicas en el 2000. Todos, o la mayoría de ellos, del círculo de deportistas de ultramaratones como Josue Stephens.
Stephens es el hombre que decidió convertir a Ometepe en un atractivo turístico-deportivo que ofrece una de las experiencias más extremas con la naturaleza para poner a prueba el cuerpo y estremecer los sentidos.
Las carreras no tienen premios para los ganadores. El principal atractivo es Ometepe mismo como un escenario paradisíaco en el que los visitantes se llevan la satisfacción de haber medido fuerzas con la naturaleza de la isla, mientras la comunidad explota, de manera sostenible, sus recursos en turismo y servicios. Es un evento para deportistas o temerarios, pero que tanto competidores como isleños disfrutan.
Fuego y Agua organiza el ultramaratón anual en el que convocan a deportistas y amantes de los retos a participar en un evento que dura varios días y que, además de las carreras de 25, 50, 100 kilómetros y Survival Run, incluye una serie de actividades como limpieza de la isla y carreras infantiles en las que se entregan tenis a todos los niños que participan, una iniciativa para promover la vida sana. Todo esto es costeado con el dinero recaudado de las inscripciones de los deportistas internacionales, los nacionales tienen descuentos y Johnson, representante de Ometepe, no paga nada.
Fuego y Agua se convirtió en la pista de calentamiento de este joven que es ahora la figura deportiva de la isla y sus logros han trascendido las calles de su pueblo. Se ha convertido en una suerte de embajador espontáneo del deporte, y por qué no, de los sueños. Con la organización Fuego y Agua ha emprendido una carrera informal por colegios y hospitales para contar su experiencia.
Pero Johnson tiene que hacer una pausa y dejar su casa por un tiempo. Desde este abril estará seis meses en Meryland, Estados Unidos, entrenando. Jason Rita, entrenador profesional de deportistas, se ha convertido en su padrino. Él y su esposa tienen una organización que apoya a jóvenes deportistas en su desarrollo profesional. Jason Rita podría darle el empujón necesario para cumplir su sueño. “Yo corro porque quiero llegar a representar a Nicaragua en los Juegos Olímpicos 2016”, dice emocionado Johnson.
Su preparación hasta el momento son las rutinas de ejercicios que han acelerado su agenda en el último año. Tres veces por semana sube al volcán Concepción (1,610 metros de altura). Madruga todos los días para dar una caminata de un par de horas y luego sale a la finca de plátanos donde trabaja con su padre. A mediodía hace un chance para nadar un rato en el lago. Al final de la jornada, otra vez a correr o a entrenar un rato más en su gimnasio improvisado con pesas de tubos y adoquines, y un hule tensor para aumentar su resistencia al correr.
A sus padres no les hace mucha gracia que este joven que con esfuerzos logró terminar su carrera de Contaduría Pública y Finanzas, no prefiera meterse en una oficina y ejercer su profesión. Pero han decidido apoyar a su muchacho. En su casa no le falta el arroz y los frijoles, pero para completar la dieta Johnson se prepara un batido criollo con pinolillo, avena, leche de soya y semilla de jícaro. Un litro más o menos es su elixir de campeón. Además de comer abundantes frutas.
Quizá por eso aquel cuerpo que hace un par de años era una varilla, se ha revestido poco a poco de músculos fibrosos. Su ancha espalda parece la coraza de dos grandes pulmones que propulsan su motor y un par de zancas completan su cuerpo aerodinámico. Johnson Cruz es una máquina de correr.
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Ometepe, noviembre 2008. Por primera vez en la isla se realizaría un ultramaratón. Con razón, donde quiera que viera Johnson se topaba con fornidos hombres o mujeres de musculatura tallada en gimnasios.
Él por el contrario, para entonces era una varilla de casi dos metros, con unos zapatos deshechos y una herida fresca en el pie izquierdo, producto de la traición de sus reflejos mientras trabajaba con el machete en la finca. Pero aún así llegó aquel día hasta Mérida, se acercó a la mesa donde estaban las inscripciones y se presentó. “Hola, mi nombre es Johnson Cruz”, le dijo al chele, pelón y fortachón que dirigía todo. Era Josue Stephens.
“Me presenté con él, le dije que me parecía bonita la competencia y que estaba interesado en correr...”, recuerda Johnson. Su cuerpo había sido moldeado con la dureza del trabajo en el campo, pero jamás había corrido 50 kilómetros “por deporte”, además no tenía zapatos deportivos.
“El otro año te quiero ver aquí”, le dijo Stephens y le entregó un par de zapatos que habían sido usados por otro competidor. Ese fue el primer par de zapatos de muchos que recibiría. “En esto se gasta zapatos que da miedo, por eso desde el año pasado Josue me apoya con eso, además de conseguirme shorts, camisetas y camisolas para correr”, comenta Johnson.

En el 2009 participó en la categoría de 50 kilómetros y ganó. Tuvo que conseguir zapatos nuevos pues los primeros habían dado guerra por un año. “Los usé para trabajar porque eran cómodos...”, confiesa Johnson con una sonrisa burlesca mezclada con vergüenza. Desde entonces no ha parado de correr. En el siguiente Ultramaratón Fuego y Agua, edición 2012, también participó y ganó en la misma categoría. Pero para el 2013 se enfrentaría a un nuevo reto.
“Esta vez me preparé más. El trabajo es duro y el ejercicio debe ser estricto, pero me gusta”, dice Cruz. “Yo le explico a mi mama que el deporte es lo que me gusta. Yo estudié, pero no conseguí trabajo de contador, así que mientras sea joven y tenga fuerza voy a correr y a ver hasta dónde llego”, comenta confiado y suelta su franca sonrisa.
Tuvo que retirarse del futbol para evitar lesiones. Trata de alimentarse mejor para poder resistir, además de su faena laboral, el entrenamiento diario. De cinco de la mañana a diez de la noche este hombre no para. No fuma, no bebe y no se trasnocha en fiestas.
Johnson Cruz piensa y actúa como un buen deportista, aunque como bien dice su madre los deportistas trabajan haciendo ejercicios, pero Johnson debe darle mantenimiento a una finca de plátanos y trabajar en la recolección de la cosecha. De este trabajo recibe unos tres mil córdobas al mes, pero él confía que el deporte deje mejores frutos en su vida.
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¿Usted sabe quién es Junyong Pak? No se preocupe. Johnson Cruz corrió con él por más de 75 kilómetros y se enteró de quién era hasta en la línea de la meta, cuando se fotografiaron juntos y supo que le había ganado al mejor y más duro atleta de ultramaratones. Junyong Pak es el campeón del World’s Toughest Mudder 2011 y 2012.
En febrero de este año Cruz y Pak se encontraron en el Survival Run, una de las pruebas de obstáculos que según expertos y deportistas es de las más difíciles del mundo tomando en cuenta las condiciones de la isla de Ometepe.
Imagine. Moyogalpa, Ometepe, 4:00 a.m. Usted, de tenis, camisola y lycra para correr, está listo en la línea de salida. Espere, debe chinear una gallina viva durante unos 9 kilómetros. Pero cargue bien, porque debe entregar este delicado equipaje vivita y coleando.
No ha podido ver mucho del paisaje ometepino porque el sol aún no asoma, pero avance, y avance rápido que el tiempo corre más rápido que usted. Llegue al primer puesto y entregue a la gallina. No se vaya, espere a que lo esposen y ahora sí, corra hasta la playa, que está a unos 5 kilómetros. Ahí le cortarán las esposas.

¿Se siente mejor correr con las manos libres? No durará así mucho tiempo. Tome unos manojos de leña. Deberá recorrer varios kilómetros sobre la costa con esta carga de unas 50 libras. Ahora sí lo acompaña el sol de la mañana.
Tome un respiro en Ojo de Agua, pero no se enfríe. Tiene que escalar un árbol de unos 10 metros, bajar y seguir el camino hasta Playa Santo Domingo. Ahí échese “a tuto” un grueso tronco como Caupolicán o arrástrelo unos tres kilómetros por la costa. Ahora déjelo ahí y agarre fuerzas para cavar un hoyo de un metro. Listo.
Avance a la orilla, tome el saco lleno de botellas plásticas, sujételo de donde mejor le parezca y nade con él por más de un kilómetro. Regrese a la costa.
En la finca El Porvenir le entregan una vara de bambú de unos 6 metros. Cárguela. Suba por los senderos. Aunque pese o se le dificulte moverse por los angostos pasillos naturales, no suelte la vara, será su escalera para subir un grueso árbol y luego se convertirá en su rampa para cruzar de un lado a otro en el terreno aún más accidentado que le espera. Luego de este tramo, puede dejar el bambú. Ahora sus fuerzas se centrarán en otra cosa. Tome aire. Aquí todo es aire fresco, recuerde que está en medio del bosque húmedo que viste las faldas del volcán Maderas. Mientras más sube, más aire fresco. Respire hondo que le hará falta para completar la carrera.
En la finca Magdalena debe derribar un árbol con un hacha. Cuando termine, tome una bolsa de café en grano y guárdela. Puede abrir espacio en su “camelback”, la mochilita que lo abastece de agua durante el trayecto y póngala donde se mantenga seca. Siga. Suba. Escale. Sujétese de lo que encuentre, aquí sobran raíces gruesas, ramas que cuelgan y rocas. Pero tenga cuidado de no resbalar, no creo que el golpe de la caída lo deje subir de nuevo.
Llegó a la laguna del volcán Maderas. Le falta la mitad del trayecto y ya el sol se despide de usted. Tome el huevo que le entregan y guárdelo donde no se rompa, debe entregarlo junto al café cuando llegue a la meta. Cruce a nado la laguna.
Si subir le pareció el reto de su vida, ahora deberá bajar sin caer en el intento. Al llegar al sendero Mérida no hay donde perderse, pero eso sí, no deje que el lodo lo detenga, la última finca está cerca.
De nuevo en la costa. Frente a ella se divisa Monkey Island, y ahí la meta. Nade entonces.
Al llegar no cante victoria, suba a ese árbol y desate los troncos que están amarrados arriba. Arrástrelos a la costa y tírelos a la hoguera. Felicidades. Ha superado usted el Survivor Run al menos en su imaginación. Johnson ahora corre para ser un superviviente de su propia historia.