El primer peleador

Reportaje - 01.06.2016
Chimmy Morales

Leonardo “Chimmy” Morales irrumpe en el escenario con sus patadas voladoras, el pelo rojo y una máscara de Viernes 13. Conozca a un hombre que vive para pelear.

Por Julián Navarrete

La pelea empieza afuera de la discoteca. Una pandilla espera a un muchacho para caerle encima. Le avientan botellazos. Los guardas de seguridad van al rescate, pero los atacantes son muchos. Y saben pelear, arañar y morder, si es necesario. La pandilla hace este tipo de riñas todas las semanas. A un guarda lo conectan sólido y tiran al suelo, lo patean de manera despiadada. Los pandilleros no se conforman. Penetran en el establecimiento y destruyen los vidrios, sillas y botellas. La agresión termina hasta que parece que un tornado irrumpió en el local, mientras el reguetón de fondo se apaga.

A Leonardo “Chimmy” Morales, el peleador nicaragüense de Artes Marciales Mixtas (AMM), que llegó a la final de un torneo que premiaba con un contrato de 100,000 dólares con UFC, la promotora más importante de este deporte, le cuesta elegir el peor daño que causó cuando era pandillero. El recuerdo de la discoteca es uno más de las fechorías que hacía cuando permanecía en las calles, tomaba mucho alcohol y se drogaba. Caminaba junto con la pandilla del barrio Altagracia, uno de los puntos más abordados por los noticieros de nota roja del país. Entre los 15 y 17 años de edad, Morales fumaba mucha marihuana y buscaba pleitos. Siempre los encontraba.

En Altagracia nació y creció. En medio de pandillas y expendios de droga, su mamá, Carolina Morales, lo crió sola. A su padre nunca lo conoció ni le hizo falta, dice. De niño y adolescente todo le molestaba, golpeaba al que se metiera con él y sus amigos. Fue hijo único y de la familia materna siempre fue el más pequeño. Por eso le apodaron “Chimmy”, por el diminutivo de chimirringo. Ahora mide 1.75 centímetros, no es bajo, no es alto, pero por sus resultados a nivel internacional es el peleador de AMM más importante de Nicaragua.

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Masio Fullen recibió la patada más impactante que ha conectado “Chimmy” en una pelea profesional. Fullen, barba negra cerrada y cabello entrenzado, fue el primer contrincante del nicaragüense en The Ultimate Fighter Latinoamérica, el “reality show” norteamericano que busca al mejor peleador de la región. La pierna zurda de Morales impactó la mandíbula y oreja de “El Lobo”. Su rival cayó como un saco de papas y lo remató con puñetazos, como en la discoteca, cuando sus amigos tumbaron al guarda y lo golpearon a mansalva. Esta vez el árbitro detuvo la pelea y salvó al muchacho. A continuación, “Chimmy” celebró rugiendo como un león en el octágono. La próxima batalla es en semifinales.

“Chimmy” es un peleador “striker”. Significa que pelea mejor de pie, lanza muchas patadas y golpes. Su base es el taekwondo, que lo practica desde los siete años. Su mamá lo metió en la escuela de entrenamiento para agotar sus pilas. El niño siempre pateaba los enseres del hogar. Bueno, era hacer eso o golpear a los vecinos y compañeritos de primaria.

Hoy es un miércoles de mayo, las nubes se pintan oscuro y el cielo comienza a estornudar. Faltan seis minutos para las 5:00 de la tarde, cuando “Chimmy” llega a la escuela de artes marciales mixtas Xtreme Combat Academy. Hoy le toca “sparrineo”. Eso quiere decir que durante dos horas se va a aventar golpes con otro muchacho. Taekwondo, jiujitsu y muay tai. Las artes marciales combinadas durante dos horas. Esa es la rutina del gladiador, que hoy, como todos los días, se levantó a las 4:00 de la mañana para correr y a las 11:00 de la mañana hizo una rutina de pesas.

—Negro, le destruiste la pierna al muchacho. ¡Qué bárbaro! Terminaste con su carrera –le dice Leonel Chávez, en tono de broma.
—¿En serio? Estuvo fuerte. Ando destruido —dice “Chimmy”, mientras se cambia de ropa a orillas de la colchoneta.
Leonel Chávez es el entrenador de “Chimmy” desde los siete años. Chávez tiene barba  de chivo, es alto y utiliza una cola de caballo. Tiene 37 años, pero aparenta 10 años menos. De su pupilo dice que era bueno desde pequeño, que captaba rápido y pateaba fuerte.

“Él siempre ha sido vivo. Capta rápido y más en combate, que es lo que más le gusta”, dice Chávez, quien todavía lo prepara en el acondicionamiento físico. A “Chimmy” lo entrena su representante, Alex Amador, en muay tai. En ocasiones han venido entrenadores desde Brasil para enseñar jiujitsu.

En el octágono los rivales se tienen que cuidar de la patada de “Chimmy”. Fue así que cayó Fullen y de la misma manera minó a su último oponente, Gilberto “Azteca” Aguilar. Ese día llenó la discoteca donde peleó, porque la gente ya lo reconoce con facilidad. Morales atacó toda la noche la pierna izquierda del mexicano. Hasta que el peleador, que llevó el pelo color verde árbol, parecía tener la zurda pegada con chicle. “Azteca” se rindió y Morales alzó los brazos.

La patada constante, incesante y fuerte, como un látigo, es la mejor arma de “Chimmy”. Se planta en el centro del escenario y dispara. Uno, dos, tres: pum. A los rivales les duele, no se lo esperan. Chávez dice que esa técnica es la que arrastra del taekwondo y lo diferencia de los demás luchadores de AMM. “Él se está moviendo y pum, patea. Se mueve y pum, patea. Leonardo patea fuerte sin necesidad de estar plantado. Para mí, su fuerte es eso: que el otro no capta el tiempo”, dice Chávez, con un chasquido de dedos, mientras dice “pum, patea”.

Morales no le tuvo pesar al “Azteca”. Aunque cada vez que le propinó patadas el público se quejó al unísono: “ouch”. “Lo que sí me hubiera dado pesar es que saliera lastimado, rompiéndose algún hueso o que quedara lisiado para el resto su carrera. Lo que él tenía en la pierna era reventado el músculo. Pero eso se cura con tratamiento. Y al final todo salió bien. El muchacho sigue peleando”.

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Las veladas son más o menos así: cae la noche y “Chimmy” llega temprano con su equipo a la arena. Su esposa y entrenadores lo escoltan. Morales es sólido, las piernas completamente torneadas, como de purasangre. El pelo al rape y un mohicano gigante en medio. Rojo. Tiene que ser de ese color para que las personas lo reconozcan con facilidad. Es rojo porque le gustaba cómo peleaba Dan Hardy. Además el look de Hardy le parecía “salvaje”. Morales debutó con el peinado rojo y tuvo éxito. Lo que no dice en público es que ya no quiere pintarse el pelo y que solo lo hace el día de la pelea.

Antes de cada pelea “Chimmy” reza de rodillas. Lo hace con su equipo. Junta las manos para encomendarse a Dios y pide ganar la pelea. Le pide por él y su rival: “Que no salgamos lastimados de gravedad, que no nos quebremos ningún hueso y no quedemos lesionados”, dice el peleador, que cuando sale a la arena, se coloca una máscara blanca, como la de Jason X, de la película de terror Viernes 13.

En los altoparlantes suena Nicaragua, Nicaragüita, la canción de Carlos Mejía Godoy, la cual siempre lo acompaña desde el camerino hasta el octágono. El combate está por empezar. La victoria contra el hondureño Jorge García es una de las más recordadas. Lo envolvió en un torbellino de patadas. De pronto, en el segundo asalto, le pegó un rodillazo en la frente. García cayó de inmediato y “Chimmy” lo remató en el suelo. El árbitro intervino. Un charco de sangre en la lona. La herida en la frente que botaba sangre la cerraron con ocho puntadas en el hospital.

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En el equipo no falla su esposa. Es la morena, ruda y recia que va animando antes de cada combate. Su nombre es Jessenia Pérez y conoció a Leonardo hace siete años, cuando él tenía 17 y ella 26 años. Pérez es la que se encarga de acicalar el pelo del luchador. Juntos van a una barbería para que lo rapen. Y ella le aplica el tinte rojo después.
Pintarle el pelo es lo más superficial que hace Pérez. En realidad ella ocupa un lugar más importante en la carrera del peleador. Para empezar, le enseñó a boxear. Pérez es pugilista profesional. También lo obligó a salir de la pandilla del barrio, cocina su comida y entrena con él todos los días. Pero lo más importante es que han procreado tres hijos.
“Ella es mi familia, mi guía, mi motor. Igual que mi mamá. Son las cosas que me motivan siempre. Me alejó de las situaciones malas en las que andaba. Juntos hemos hecho una carrera y me da un apoyo incondicional”, cuenta “Chimmy”.

La pareja de luchadores se flechó en un hervidero de patadas. Morales y Pérez asistieron a un campeonato selectivo de taekwondo y allí se conocieron. Lo que más le gustó a ella fue su estilo “vacilón” y su “trompa”. “Me gustó su fregadera, es bien divertido. Aunque a veces me enoja porque no puedo estar aguantando todo el día sus bromas”.
Ella le exigió a “Chimmy” que se alejara de las drogas. A los pocos meses de conocerse quedó embarazada. Se juntaron y empezaron a vivir en otro barrio, al otro extremo de la ciudad. Hay problemas como en cualquier otra pareja, dice Pérez: pleitos, discusiones. Generalmente porque él es muy bromista o porque en ocasiones se le quiere escapar con los amigos. Ambos viven de pegar golpes, pero tratan de resolver sus conflictos de otra manera: “Han habido momentos de forcejeos en ambos, pero todo llega a estar bien después”.

En la casa de los Morales Pérez se habla de luchas. Los fines de semana miran juntos las veladas de boxeo o AMM. A menudo visitan la iglesia evangélica donde se casaron hace tres años. Y a pesar de que Pérez tiene nueve años más que “Chimmy”, ella considera que él ha sido un padre y esposo maduro. “A los niños les encanta que nosotros peleemos en este deporte. Ellos siempre nos están apoyando y preguntando por la peleas”, dice Pérez.

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El agua le llegaba hasta las rodillas. “Chimmy” estaba metido trabajando en la finca de Alex Amador, su representante, cuando recibió la llamada de The Ultimate Fighter. Era un trabajo que hacía de vez en cuando para ayudar a su apoderado. Ese día salió agotadísimo del lodazal, con las botas de hule pegadas en el fango. La llamada era para avisar sobre el casting en Estados Unidos. “Fuimos a Las Vegas a hacer las pruebas médicas y chequeo en la cabeza. Regresamos a Nicaragua y al mes me avisaron que fui escogido para participar en el show de la promotora más grande del mundo”.

El evento se filmó en mayo de 2014 y se transmitió en Nicaragua meses después. Era la primera vez que se convocaba al programa en América Latina y Morales se convirtió en el primer nicaragüense en asistir. Un año después, Cristhian “Robocop” Soto también fue invitado, pero lo eliminaron en la primera ronda.

Después de derrotar de forma contundente a Fullen, “Chimmy” enfrentó al mexicano Gilberto “Mogly” Benítez, quien estaba rankeado muy bien y era favorito en la pelea. La lucha fue brava. Se fueron hasta el último asalto. En un intercambio Benítez le conectó un golpe que le apagó las luces. “No me dolió mucho”, dice, pero acepta que ha sido el puñetazo más fuerte que ha recibido. El ambiente se quedó sin sonido. “Me recuperé y regresé más fuerte”. Al final ganó la pelea con las uñas.

Disputó la final contra otro mexicano: Yair “Pantera” Rodríguez. En esta ocasión la pelea fue en México. El nicaragüense viajó hasta la ciudad mexicana un mes antes, pero no logró acostumbrarse a la altura.

Buscó someter a Rodríguez, quien se escabulló y le planteó una pelea a ras de lona. A esta pelea llevó a su esposa, quien se despidió de él con un beso antes de meterse al enrejado. Durante varios minutos el nica fue sometido y estuvo a punto de perder por sumisión. Al final la decisión de los jueces favoreció al mexicano, que se llevó como premio un contrato con la promotora UFC por 24 meses, que le podría proporcionar ganancias por encima de los 100,000 dólares.

Unos meses después “Chimmy” tuvo su peor pelea. Enfrentó al mexicano José “Teco” Quiñones, quien lo sometió a los dos minutos y medio de haber iniciado el primer asalto. El nica solamente lanzó cuatro golpes y se rindió cuando “Teco” le aplicó una llave nombraba “Mata león”.

Siempre tiene guardada la espinita. Por eso camina concentrado. Es puntual en los entrenamientos. “Yo solo tengo tiempo para entrenar”, repite cuando le preguntan si puede hacer otra actividad. Las artes marciales mixtas se convirtieron en su trabajo, con el que puede mantener a su familia. “Mi representante me apoya, además Canal 13 es mi promotora, transmite todas mis veladas. Tengo que saber administrar el dinero que gano para que me dure hasta mi otra pelea”.

“Chimmy”, por su nombre, puede ganar más de mil dólares por pelea. En los próximos dos meses tiene aseguradas dos. Una en Nicaragua y otra en Estados Unidos. Si gana los dos combates, le prometieron un contrato jugoso con una promotora famosa. “Van a venir buenas noticias. Quiero aspirar a un título. Quiero ser alguien y dejar marcado un buen legado y hacer historia en Nicaragua”.

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Las rodillas de “Chimmy” están marcadas. En ambas ha sufrido lesiones fuertes. Nunca ha fallado al gimnasio más de un semana después de un combate. Tampoco lo han cortado en la cara u otra parte. Morales casi no ha sido golpeado en las peleas. Pero aunque gane, a los pocos días de los enfrentamientos, le duelen las costillas y los músculos. “Yo me recupero fácil, en menos de una semana”, dice.

A las 10:00 de la mañana llega al gimnasio con Jessenia. Hoy le toca hacer cardio y ejercitar el torso. Se supone que “Chimmy” debe estar a las 9:00 de la mañana, pero dice que hoy se le dañó el auto y tuvo que venir en bus. Al bajar lo saludaron en la estación y algunos carros se detuvieron. Le hicieron bromas y le pidieron fotos. En ocasiones le pasa cuando anda en la calle y la gente lo reconoce y lo saluda. Por eso llega un poco apresurado para entrenar y repetir la rutina que hace seis días a la semana.

Al barrio llega solo para visitar a su mamá. Algunos de sus antiguos amigos siguen allí. Unos están pagando una condena en prisión y otros pocos han muerto. Cuando pisa ese terreno se acuerda de las peleas tontas de niño, las otras de adolescente. Siempre fue bueno con los golpes y las patadas. Los chicos le tenían miedo. El malhumor de antes lo controla, pero lo utiliza cuando está contra un rival frente a frente. Ahora sube al escenario, con su esposa, una máscara blanca y el pelo rojo. Que empiece el combate.

“Chimmy”

Nombre: Leonardo Alexander Morales
Apodo: “Chimmy”
Edad: 23 años
Récord: Nueve victorias y dos derrotas
The Ultimate Fighter: Segundo lugar del “reality show”
Estatura: 1.75 centímetros
Peso: 145 libras en pelea.
Gimnasio: Xtreme Combat Academy
Estilo: Striker, especialidad taekwondo, muay tai, jiujitsu y boxeo

AMM

Las Artes Marciales Mixtas (AMM) es un deporte de combate cuerpo a cuerpo que incorpora a otras disciplinas como boxeo, judo, taekwondo, karate, lucha, jiujitsu brasileño, muay tai tailandés, sambo, karate, entre otros. Se permiten los golpes de puño, patadas, rodillazos, codazos, estrangulamiento y proyecciones.
Las AMM conseguirían gran popularidad en Estados Unidos a partir de 1993, cuando Rorion Gracie exportó un evento llamado Desafío Gracie y creara el primer torneo de UFC. En 1997 el interés por este deporte dio pie para que en Japón se organizara la promotora Pride Fighting Championship, calificada como la organización más grande hasta 2007, cuando cerró.

The Ultimate Fighter

The Ultimate Fighter es el “reality show” norteamericano que enfrenta a distintos peleadores de Artes Marciales Mixtas (AMM) por un contrato con la promotora UFC. El espectáculo consiste en juntar a peleadores profesionales en Las Vegas, donde entrenan y compiten. El evento en el que participó Leonardo “Chimmy” Morales fue el primero que convocaba a luchadores de Latinoamérica.
Los peleadores se dividieron en dos bandos: el campamento de Fabricio Verdum, donde entrenaba “Chimmy”, y el de Caín Velásquez. “Me encantó. Ha peleado muy bien, como un guerrero. De verdad que este chico va muy lejos, seguramente”, dijo Fabricio Verdum, tras la final del evento.

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