El poeta de los mil amores

Reportaje - 08.12.2013
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La intensa vida amorosa del poeta Pablo Neruda, lejos de ser puro romance, está llena de infidelidades, celos, abandonos, olvidos y todo tipo de sinsabores

Por Arlen Cerda

Una luz encendida lo despertó en la noche y a él le pareció que un fantasma se movía detrás del mosquitero. Entrecerró los ojos en un gesto de quien trata de ver mejor y así logró distinguir que era ella, vistiendo su camisón blanco y murmurando en su lengua nativa mientras blandía un afilado cuchillo en sus manos.

Josie Bliss era una mujer dulce y bella que con su piel oscura y sus ojos ardientes conquistó a aquel joven y solitario poeta de 24 años que iniciaba su carrera diplomática a cientos de kilómetros de su patria como cónsul de Chile en Rangún, Birmania. Según el escritor Edmundo Olivares, quien fue tras la pista de Pablo Neruda por Oriente entre 1927 y 1933, Josie era “sumisa y amante esclava, pero también feroz pantera, envenenada por los celos”. Esa noche, furiosa y cuchillo en mano, Josie le aseguró al poeta que quizá solo matándolo terminaría con sus temores al abandono.

“Acabaría por matarme —contó el poeta en 1962, 34 años después de aquella noche—, pero recibí un mensaje oficial que me participaba mi traslado a Ceilán (hoy Sri Lanka). Preparé mi viaje en secreto, y un día, abandonando mi ropa y mis libros, salí de la casa como de costumbre y subí al barco que me llevaría lejos”.

Durante el resto de su vida —aunque no amenazado por una violenta novia armada de un cuchillo– el poeta Pablo Neruda (Chile, 1904-1973) abandonaría siempre una relación por otra, en una intensa vida amorosa que no detuvo ni en sus últimos días de vida, cuando le aquejaba un avanzado cáncer de próstata.

A Josie la sustituyó con Maruca. A Maruca la dejó por Delia. Teniendo a Delia buscó a Matilde. Viviendo con Matilde se involucró con Alicia. “El amor le seducía las entrañas (…) amó a unas cuantas, por no decir muchas”, escribió su compatriota, Volodia Teitelboim (1916-2008), para quien Neruda “es el enamorado por antonomasia” que a todas sus mujeres las quiso con sinceridad, aunque asegura que nunca una sola de ellas a la vez.

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¿Qué buscaba Neruda en una mujer? Él “se enamoraba por algo mucho más profundo que un color de ojos o la estrechez de una cintura determinada”, dice la periodista y teatrista chilena Inés María Cardone, autora de Las mujeres de Neruda (2004), un libro en el cual se retrata por primera vez a nueve de las musas del poeta, entre ellas a las tres que la escritora considera las más importantes y con quienes logró hablar sobre Neruda.

Albertina Rosa Azócar, Delia del Carril y Matilde Urrutia. “No podía haber tres mujeres más diferentes y bastaba verlas para darse cuenta”, asegura Cardone.

A Albertina, aquella chavala morena de 19 años a quien Neruda recordaba como la de “la boina gris y el corazón en calma” y le llamaba Marisombra, Cardone la encontró cuando era una mujer de 80 años.

Para esa ancianita, dependienta de una floristería, Neruda había dedicado sesenta años atrás sus poemas de amor más desesperados. Durante año y medio ellos salieron a escondidas y solían caminar por horas en las calles de Santiago, ir al cine o solo tomarse de las manos, pero cuando él tuvo que partir hacia la India en su primera misión diplomática ella no se atrevió a acompañarlo, aún a pesar de las decenas de cartas que él le escribía por las noches, mientras Josie Bliss descansaba.

“Aún me emociona recordarla abriendo cuidadosamente un papel doblado en cuatro y escucharla decir: ‘Me gustas cuando callas, porque estás como ausente. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca...’. Bajo perfil es un término que quedaría corto para describirla”, aseguró Cardone en el 2004.

En cambio, Delia del Carril —quien fue la segunda esposa del poeta— era una argentina intelectual y refinada, veinte años mayor que él. De Delia, Neruda se enamoró aún casado con María Antonieta Hagenaar, una holandesa altísima que conoció en Java, a quien él apodó Maruca.

Delia era amiga de Salvador Dalí, Pablo Picasso, Federico García Lorca y Rafael Alberti. Maruca, por su parte, no tenía interés por el arte o la literatura y odiaba todas las costumbres bohemias.

“El poeta quedó subyugado ante la presencia de Delia y tuvo la idea de llevarla a vivir a la casa que compartía con Maruca y Maruca estuvo de acuerdo, porque necesitaba ayuda y compañía, y vio a Delia como la solución a sus problemas”, asegura Cardone al describir el primer triángulo amoroso en la vida del poeta, que él repetiría nuevamente, porque apenas unos años después, ya convertido en un autor de renombre, separado de Maruca y recorriendo el mundo del brazo de Delia, se encontró con quien sus biógrafos describen como su musa más importante: Matilde Urrutia.

“Cuando conocí a Delia —recuerda Cardone— ella tenía 98 años y los recuerdos del pasado se mezclaban con los del día anterior. Pero jamás se refirió a Neruda en términos negativos, pese a que la traición le perforó el alma... ‘Me gustaría verlo’, dijo, y me quedé con la impresión de que solo recordaba los buenos momentos de los 18 años que estuvo con él”. Delia, al parecer, ni siquiera recordaba que para entonces el poeta ya tenía veinte años muerto.

Pablo Neruda se casó con Hagenaar en 1930.
Pablo Neruda se casó con Hagenaar en 1930. Según el periodista Andrés Gómez Bravo (La Tercera), los últimos años de ella fueron “patéticos: pobre, sola y adicta al opio”. Gabriel González Videla la llevo a Chile para difamar a Neruda y en 1957 la mujer volvió a Holanda con 300 mil pesos por el divorcio. En 1965 murió en La Haya.

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Separado de Delia, “Matilde y Pablo parecían la pareja perfecta”, recuerda el amigo de Neruda y también escritor chileno Jorge Edwards.

“Ellos andaban juntos para todos lados, se tocaban a cada rato, se miraban a los ojos. Ella le cocinaba o vigilaba la cocina de sus platos predilectos, le administraba con esmero sus botellas preferidas y, llegado el momento, se las retiraba sin que valieran protestas. Era un espectáculo divertido, algo así como una representación. Él escribía sonetos de amor en serie y cantaba las alabanzas de su amada pelirroja”, agrega.

Entre Neruda y Urrutia, la relación había empezado muchos años atrás. La primera vez que se vieron fue en 1946, durante un concierto al aire libre en Santiago y tres años más tarde él se la encontró en México cuando fue cónsul general de Chile en ese país. Para esos días el poeta enfermó de tromboflebitis y Matilde lo cuidó e hizo las veces de enfermera. Meses después iniciaron su romance.

“Cuando lo invitaban a alguna casa, siempre se las ingeniaba para pedir que también la invitaran a ella. Más tarde, en los primeros años de la década de los cincuenta, recuerdo almuerzos copiosos, abundantemente regados, en el jardín del fondo de la casa de Los Guindos y en más de alguna ocasión, el poeta, en lugar de partir a dormir su siesta habitual, desaparecía de repente en forma discreta, casi misteriosa. ¿Alguna reunión del partido, algún compromiso editorial? Después supe que La Chascona, la casa de los faldeos del cerro San Cristóbal, en la parte norte de Santiago (…) había sido construida para albergar sus amores secretos”, asegura Edwards.

La Chascona también fue el apodo que Neruda le puso a Matilde, extasiado en su espesa cabellera pelirroja. Para ella, a quien igual llamaba “reina”, fueron los besos de cada atardecer en su casa en Isla Negra y también los Cien sonetos de amor tan populares como los primeros veinte de su juventud. “Yo —le escribió Neruda— te he nombrado reina. / Hay más altas que tú, más altas. / Hay más puras que tú, más puras. / Hay más bellas que tú, hay más bellas. / Pero tú eres la reina”.

Meses antes de que Matilde Urrutia muriera, doce años después de Neruda, la periodista y teatrista chilena Inés María Cardone logró hablar con ella sobre sus días como amante y luego esposa del poeta.

“Ella lo atendía, le cocinaba, lo inspiraba, lo amaba y le hacía terribles escenas de celos, porque Matilde lo adoraba, pero no era una mujer dulce”, asegura Cardone.

“Es cierto —continúa— que a la hora de la puesta de sol suspendían cualquier actividad para ir a besarse frente al mar de Isla Negra, pero también es cierto que ella estallaba en iras incontenibles, que lo separó de todos los amigos de la época de Delia y que no dejaba entrar a su casa a cualquiera sin invitación (…) por esta forma de ser, controladora y posesiva, Matilde jamás imaginó que ella no sería la última mujer en la vida de Neruda”. Y menos que ella misma la introduciría en su casa.

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“En algún paseo me confesó que mientras más viejo se ponía, más erotizado e inquieto con las mujeres se sentía. ‘Más caliente me pongo’, dijo, para ser textual y no andar con rodeos”.

Jorge Edwards, escritor y amigo de Pablo Neruda.

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Alicia Urrutia apareció en la vida de Neruda a mediados de los años sesenta. Era una joven madre soltera de 25 años que recién había tenido una niña llamada Rosario. Matilde, su tía, se apiadó de ella y le pidió a Neruda que le hicieran espacio y así los amigos de la pareja se acostumbraron a verla sentada en silencio por algún rincón de la casa.

“Era de piel morena y formas exuberantes”, recuerda Jorge Edwards e Inés María Cardone se propuso dar con ella.

La periodista descubrió que “Alicia no era más que una empleada para Matilde, que la trataba con muy poca amabilidad y Neruda se compadeció de ella y de la compasión pasó al amor en poco tiempo”.

La primera pista sobre Alicia surgió cuando el historiador Abraham Quezada encontró una carta de amor que la joven dirigió al ya entonces Premio Nobel de Literatura y Cardone dio con ella en la ciudad norteña de Arica, limítrofe con Perú, pero Alicia no quiso hablarle argumentando respeto al poeta.

Un cuaderno de poemas inéditos que el escritor le habría dedicado a Alicia es parte de las escasas pruebas sobre aquel romance, del cual Matilde se enteró una tarde que regresó temprano de varios mandados y dio con Pablo y Alicia desnudos en la cama.

Corrida por Matilde, con nuevos códigos y un esposo, Alicia nunca habló del tema, hasta que a sus 80 y tantos años de edad, el juez chileno Mario Carroza, que actualmente dirige las investigaciones sobre las condiciones de la muerte del laureado poeta, solicitó este año su declaración.

La Policía no le solicitó a Alicia que admitiera si ella y el poeta fueron amantes. Sin embargo, necesitaba confirmar si ella y él habían tenido o no encuentros después de que Matilde la echara de la casa, porque se sabía que por exigencia de la esposa del poeta, el matrimonio se había instalado en Francia, pero se descubrió correspondencia que aún años después los vinculaba.

“No recuerdo la fecha exacta, pero una vez que regresó a Chile, días después me reuní con él en la ciudad de Valparaíso en el Hotel Miramar, en una oportunidad que asistió al hospital de dicha ciudad, donde le estaban efectuando un tratamiento para su enfermedad”. La respuesta de Alicia Urrutia confirmaba así que su tía no había sido el último amor del poeta y que, a pesar de los controles que ella creyó establecer, los amantes mantuvieron el contacto.

Su amigo Jorge Edwards, que siempre frecuentó la casa del poeta, asegura tener la impresión de que Neruda “se enamoraba de cuando en cuando y sus amores nuevos no excluían del todo a los amores antiguos”. Es decir, “se enamoraba de otras y mantenía alguna forma de fidelidad con la Terusa de sus años de estudiante, con la hija del boticario, con Josie Bliss, con todas ellas”.

La obra literaria de Pablo Neruda, famosa por sus poemas de amor, también es ampliamente reconocida por su contenido social y político. Muy celebrado, por ejemplo, es su Canto general, de 1950. En vida, publicó más de cuarenta libros y tras su muerte se han sumado otros veinte. Después de diez años nominado, obtuvo el Nobel de Literatura en 1971.

Cuatro hijos perdidos

La historia de su primer matrimonio con la holandesa María Antonieta Hagenaar y la muerte de su única hija, Malva Marina, nacida con hidrocefalia, es uno de los episodios menos comentados y más amargos en la vida del poeta chileno Pablo Neruda.

La última vez que él las vio, la niña tenía dos años. Ellas se quedaron en Mónaco para viajar a Holanda y él partió a Marsella, decidido a iniciar una nueva vida con la argentina Delia del Carril, de quien ya se había enamorado.

En el 2004, un par de periodistas españoles dio con la tumba de la niña en Holanda y su historia inspiró las novelas El enigma de Malva Marina, de Bernardo Reyes, y Es tan largo el olvido, de Pauline Slot, que tomó su título de un verso del famoso poema 20 de Neruda.

La niña, que había nacido en Madrid en 1936, murió en Holanda a los nueve años. Sobre ella, en las Memorias de Neruda no hay nada. Solo un poema “Enfermedades en mi casa”, evoca un poco su dolor de tener una hija enferma.

Más tarde, en 1951, Matilde Urrutia le anunció que estaba embarazada, pero perdió el bebé, igual que en otras dos ocasiones siguientes.

Las mujeres de Neruda

“Si incluyera a cada mujer que estuvo con él, mi libro sobre sus mujeres sería tan grande como la Biblia”, asegura Inés María Cardone.

9
de las mujeres más importantes en la vida y obra de Neruda son descritas por la escritora.

24
años vivió el poeta con Matilde Urrutia, vista como su musa más importante, aunque no su única ni su última mujer.

¿Neruda, presidente?

En 1969, el Partido Comunista eligió a Neruda como precandidato presidencial, pero el poeta cedió a favor de Salvador Allende.

12
días después del golpe militar de 1973, el poeta murió en la víspera de su exilio a México. Oficialmente se debió al avanzado cáncer de próstata que padecía, pero en el 2011 su asistente y chofer, Manuel Araya, aseguró que podrían haberlo envenenado.

Los restos de Pablo Neruda fueron exhumados de Isla Negra en abril de este año para determinar las causas de su muerte, debido a una denuncia de supuesto asesinato. En noviembre se reveló que en su cuerpo no hay rastro de veneno, pero continuarán las investigaciones para identificar la causa exacta de su muerte.

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