Camilo Mejía, el sandinista que desertó de la guerra de Irak

Reportaje - 02.07.2023
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Algunos lo llamaron “cobarde”, y otros “héroe”. Dijo que no quería matar a nadie después de haber matado, torturado y desertado del Ejército de Estados Unidos. Él mismo confesó sus acciones y ahora se dice orgulloso de ser sandinista y apoyar al régimen de Daniel Ortega.

Por Hans Lawrence Ramírez

Una calurosa tarde de junio de 2003, el sargento del Ejército de Estados Unidos, Camilo Mejía, se sentó en el suelo del segundo piso de un edificio vacío en medio de Ar Ramadi, una ciudad en el centro de Irak. Ese mismo edificio había sido destruido por bombas que explotaron en medio de un combate entre tropas estadounidenses que mantenían invadido ese país desde marzo, pero ese día estaba tranquilo.

El sargento Mejía se sentó en el suelo para descansar. Tomó un trago de agua de su cantimplora, revisó su M-16, se ajustó el casco y el chaleco antibalas. Por un momento, cerró los ojos y se quedó dormido, pero el estruendo de tres explosiones consecutivas lo despertó.

En la calle, a media cuadra de distancia, una multitud gritaba: “¡No Bush! ¡Sí Sadam!”.

Mejía, junto a su escuadrón de ocho hombres, miembros de la Compañía Charlie del Primer Batallón de la Guardia Nacional de Florida, 124° Regimiento, subieron hacia el techo del edificio, mientras los manifestantes lanzaban más bombas. Desde arriba, el escuadrón apuntaba con los visores de sus M-16 y veían como las bombas explotaban en bolsas negras.

De repente, un jovencito de unos 16 años salió de entre la multitud y se acercó al edificio. Metió su mano en uno de sus bolsillos, sacó un objeto y levantó el brazo para lanzarlo, pero no le dio tiempo. Una andanada de disparos sacudió el cuerpo del joven y cayó al suelo ensangrentado. La granada explotó cerca de su cadáver.

Cuatro años después, el sargento Mejía contaría la anécdota para Peace Abbey, una organización pacifista que lo acogió tras desertar del Ejército y negarse a seguir combatiendo en Irak. Esta habría sido una de tantas escenas que lo hizo replantearse sobre su participación en la guerra. “No recuerdo haber apretado el gatillo, pero cuando saqué mi cargador, solo me quedaban diecinueve balas, lo que significaba que disparé once rondas. ¿Lo golpeé con un tiro mortal? No lo sé porque todos le disparamos”, dijo.

Mejía es nicaragüense. Es hijo del cantautor Carlos Mejía Godoy y la exagente de la Seguridad del Estado, Maritza Castillo. Ambos fueron consultados para este reportaje, sin embargo, Mejía Godoy dijo que “en esta coyuntura particular de Nicaragua, preferiría no referirme sobre mi hijo Camilo”, mientras que Castillo no respondió a nuestra solicitud de entrevista.

Camilo Mejía durante sus meses de servicio en Irak. ARCHIVO

Camilo Mejía vive entre Nicaragua y Estados Unidos, en donde tiene residencia y llegó desde los años noventa junto a su madre y su hermano Carlos Alexis. El pasado 1 de diciembre de 2022, Mejía llegó al Consejo Supremo Electoral (CSE) en Managua, para retirar su cédula nicaragüense.

En ese momento, dijo a medios de comunicación oficialistas que su llegada a Nicaragua “es parte de un proceso de retorno a mi país. Quiero volver a Nicaragua y contribuir a nuestro país y a nuestra Revolución, pues con todo lo que yo soy, lo que seré en mi vida, mi orgullo más grande es ser nicaragüense y sandinista”.

Mejía cumplió ocho años en el Ejército de Estados Unidos, tres de ellos en el ejército regular y otros cinco en la Guardia Nacional de ese país. Desertó alegando ser objetor de conciencia, es decir, una persona que expresa su convicción pacifista y que le impide participar en acciones de guerra o matar a otras personas, sin embargo, Mejía apoya al régimen de Daniel Ortega, el mismo que ha asesinado a más 300 nicaragüenses en manifestaciones sociales, incluidos niños y adolescentes, como al que Mejía le disparó en Irak y lo hizo replantearse sobre su participación en la guerra.

Camilo Mejía llegó a Nicaragua en diciembre de 2022 y sacó su cédula de identidad. En esa ocasión dijo que se sentía orgulloso de ser sandinista. EL 19 DIGITAL

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Camilo Ernesto Mejía Castillo nació el 28 de agosto de 1975 en Managua. Sus nombres están inspirados en el sacerdote y guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo, y el guerrillero argentino Ernesto “Che” Guevara, según contaron sus padres a medios de comunicación estadounidenses cuando desertó del Ejército.

A los cinco meses de nacido, sus padres se separaron y su madre, de origen costarricense, se lo llevó a vivir unos meses a Nueva York y luego estuvo dos años de su infancia en Costa Rica. Castillo posteriormente empezó una relación con Camilo Ortega, el hermano menor de Daniel Ortega, pero en febrero de 1978 sería asesinado por la Guardia Nacional de Somoza.

Maritza Castillo junto a sus hijos Carlos Alexis y Camilo. ARCHIVO

A pesar de la muerte de Camilo Ortega, Castillo se quedó con sus hijos en Nicaragua. Tras el triunfo de la Revolución Sandinista, Mejía Godoy se convirtió en diputado y Castillo en agente de la temida Seguridad del Estado desde donde le puso una trampa al entonces sacerdote Bismarck Carballo.

Castillo le pidió a Carballo que le diera orientación espiritual en su casa y una vez que el cura llegó, entró un agente de la Seguridad, golpeó a Carballo, lo apuntó con una pistola y lo obligó a desvestirse. Después hizo un par de detonaciones y esa era la señal para que otros agentes vestidos de policías y periodistas oficialistas entraran y tomaran fotografías a Carballo para desprestigiarlo.

Para entonces, Camilo era un niño y estudiaba en un colegio reservado solamente para hijos de funcionarios de gobierno. Su padre tuvo hijos con varias parejas y uno de sus hermanos que solicita anonimato recuerda que Camilo y su hermano Carlos Alexis “siempre fueron malos alumnos, indisciplinados. Siempre metían en problemas a mi papá, y a la mamá pues”.

Camilo y Carlos Alexis no se llevaban bien con el resto de sus hermanos, tanto así que cuando su padre quería reunirse o salir con sus hijos, algunos le pedían que no invitaran a Camilo y a Carlos Alexis.

Una de las exparejas de Mejía Godoy incluso le quitó el nombre Carlos a uno de sus hijos “porque le daba terror que más tarde a un hijo de Mariza lo fueran a confundir con un hijo de ella”, dice uno de los hermanos de Camilo.

Camilo Mejía se unió al Ejército de Estados Unidos en los años noventa. ARCHIVO

Una vez que los sandinistas dejaron el poder en 1990, la madre de Camilo se lo llevó a vivir a Costa Rica por tres años y en 1994 se movieron para Miami en donde terminó el bachillerato en una escuela nocturna llamada American Senior High. Al mismo tiempo, trabajaba como cajero y mesero en un restaurante de comida rápida.

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Un día, Camilo Mejía atendió una llamada. Era un reclutador del Ejército de Estados Unidos que le ofreció unirse a la milicia. Lo que más le atrajo es que le prometían pagarle sus estudios universitarios, además de que tendría un buen sueldo como militar.

Sus padres se opusieron. “¿Qué vas a hacer si tienes que ir a la guerra?”, le dijo su padre, según contó él mismo a Peace Abbey, mientras que su madre le decía que el reclutador le había llenado la cabeza de “pajaritos”.

Para bien o para mal, Camilo se unió al Ejército de Estados Unidos cuando tenía 19 años en 1995. Su contrato militar decía que debía cumplir ocho años de servicio. Luego de un entrenamiento básico, estuvo tres años en servicio activo en Fort Hood, Texas. Ahí era un soldado de infantería y su unidad estaba encargada de probar las armas que el Ejército compraba.

Se fue de Fort Hood en 1998, no sin antes recibir medallas por logros militares y buena conducta, y luego pasó a ser miembro de la Guardia Nacional. Para entonces, el Ejército le pagaba sus estudios en la Universidad de Miami, en donde conoció a una mujer con la cual salió por dos meses y con la que tuvo una hija que nació el 7 de junio del 2000.

El ataque ocurrido a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, provocó que Estados Unidos invadiera Afganistán un mes después, y Camilo advirtió a su familia sobre la posibilidad de que su unidad fuera llamada a la guerra. Sin embargo, hasta finales de 2002, no había recibido ninguna notificación.

Fue hasta finales de mayo de 2003 que a Camilo, ya convertido en sargento, lo mandaron con un escuadrón para Al Asad, una antigua base aérea del Ejército Iraquí y que había sido tomada por el ejército norteamericano. “Nuestra misión era ayudar a administrar un campo de prisioneros de guerra, pero no se nos permitió llamarlo así porque no éramos la Cruz Roja o la policía militar allí, por lo que se designó como un campo de detenidos”, relataría él mismo años más tarde.

Camilo Mejía en Irak. ARCHIVO

En entrevistas con medios de comunicación, Camilo aseguró haber visto prisioneros con la cabeza encapuchada y las manos atadas en la espalda. Dijo que la CIA interrogaba y torturaba a varios de los prisioneros y que había personas detenidas que no tenían nada que ver con los rebeldes. “Más tarde supimos que la mayoría de los iraquíes poseen rifles y pistolas para defenderse de las tribus rivales. Nos tomó un tiempo dejar de ver a cada iraquí con un arma como un insurgente armado”, mencionó.

Sobre las torturas, él mismo aceptó haber participado en algunas de ellas. En una ocasión dijo haber privado del sueño a cuatro prisioneros encapuchados por dos días, además de insultarlos por sus creencias religiosas y su raza. Camilo también dijo que uno de sus soldados puso una pistola en la sien de uno de los presos y golpeaba un mazo contra la pared para asustarlos.

“Algunos de los muchachos les gritaron que se mantuvieran despiertos, siguiendo mis órdenes. Usaron el mazo, pero no el arma. Había muchas formas de justificar lo que estábamos haciendo, y las usé todas”, reconoció tiempo después.

Para julio de 2003, al escuadrón de Camilo le encargaron la Operación Cierre, que consistía en bloquear todas las intersecciones principales de una ciudad llamada Ar Ramadi. En la tercera noche de misión, uno de sus soldados abrió fuego contra un camión sospechoso, pero se trataba de un civil que no llevaba ni armamento ni explosivos.

Al día siguiente, el escuadrón entró en combate con un grupo de insurgentes. Cuatro de sus hombres a cargo resultaron heridos después de que una granada explotara cerca de ellos. Otro soldado perdió una pierna, y otro perdió tres dedos de su mano. Otros dos fueron decapitados por los rebeldes. En respuesta, una vez que acabó el combate, el escuadrón de Camilo decapitó a un hombre civil que conducía su vehículo por uno de los retenes que pusieron los militares. El hijo de ese hombre vio toda la escena y Camilo contó que lo vio llorar sobre el cadáver de su padre.

Para Camilo, aquella operación “fue un desastre” y culpaba a su superior, el teniente coronel Héctor Mirabile, de quien decía que tomaba decisiones equivocadas, que parecía que quería forzar un tiroteo y que ponía la vida de los soldados en peligro.

Tras sus declaraciones, el coronel Tad Warfel dijo que Mirabile no era quien dictaba el cómo se llevaban a cabo las misiones. “Eso era lo único que quedaba a discreción de los líderes de pelotón” y que Camilo más bien había perdido la voluntad de luchar porque “estaba asustado”.

Camilo Mejía durante una conferencia de prensa después de desertar del Ejército de Estados Unidos. ARCHIVO

Después de esa misión, en septiembre de 2003, Camilo se acercó al coronel Warfel para decirle que debía terminar su servicio militar porque ya había cumplido con los ocho años que decía su contrato militar. Warfel se negó porque estaban en medio de una situación de guerra, pero Camilo insistió diciéndole que debía regresar a Estados Unidos porque tenía que renovar su residencia, debido a que estaba a punto de vencerse.

“Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Me miró fijamente a los ojos y me prometió que volvería”, contó Warfel a medios de comunicación varios años después. Para entonces, era muy complicado que un militar recibiera un permiso para dejar la guerra, a excepción de casos especiales como el caso de la residencia de Camilo. El coronel le dio un permiso de 15 días para que hiciera sus trámites migratorios y regresara a Irak, pero Camilo no volvió.

“Camilo fue reubicado en la parte superior de la lista (de permisos) porque dijo que se ocuparía de los problemas de su residencia. Quitarle ese puesto a otro soldado y abusar de él como lo hizo es imperdonable”, dijo Warfel.

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Camilo aterrizó en un avión DC-130 del Ejército de Estados Unidos que llegó al Aeropuerto Internacional de Fort Lauderdale en Miami el cuatro de octubre de 2003 procedente de Bagdad, la capital de Irak. Se fue a casa de su madre y el día siguiente visitó a su hija. En ese momento, según contó Camilo, fue cuando decidió no regresar a la guerra. “Me pregunté cómo podía ser un buen padre sabiendo que había abusado de prisioneros y matado a inocentes”.

Tras varios días de pesadillas de guerra y tras completar sus trámites migratorios, los 15 días estaban pronto a vencerse. El 16 de octubre debía estar de regreso en Irak y reportarse con el coronel Warfel, pero en lugar de eso decidió quedarse en casa y esconderse.

En los siguientes días, Camilo viajó a Nueva York para reunirse con un miembro de una organización de derechos de los soldados llamada Citizen Soldier. Ahí conoció a Louis Font, un puertorriqueño graduado de West Point y que se había negado a participar en la guerra de Vietnam por lo cual recibió 25 años de prisión. Font después se convirtió en abogado y accedió a representar legalmente a Camilo.

Camilo estuvo escondido por varios meses porque podía ser encarcelado y acusado de deserción. Fue hasta que el 15 de marzo de 2004 que apareció en una conferencia de prensa que brindó en las afueras de una iglesia en Sherborn, Massachusetts, acompañado de miembros de la organización, su madre y demás miembros de su familia.

Frente a los medios de comunicación, Camilo se convirtió en el primer militar en rechazar públicamente la guerra en Irak y dijo que solicitaría la condición de objetor de conciencia y que estaba dispuesto a ir a prisión con tal de no regresar a prestar servicio en Irak. “Hay tantas personas que están sufriendo en Irak, más de 50,000 muertos desde la invasión. ¿Qué es que una persona vaya a la cárcel si puede marcar la diferencia y ayudar a terminar esta guerra?”, dijo.

Luego, Camilo se dirigió a la base de la Fuerza Aérea Hanscom en donde se entregó. De ahí fue llevado a Fort Stweart, Georgia, en donde fue sometido a una corte marcial. El 21 de mayo de 2004, el tribunal militar declaró a Camilo culpable de deserción y fue condenado a un año de prisión. También fue despojado de sus beneficios militares y le dieron de baja por mala conducta.

Camilo siendo detenido por la policía militar. ARCHIVO

10 días después de su sentencia, los 126 militares de la Compañía Charlie que integraba Camilo regresaron a Estados Unidos después de 13 meses de combate en Irak.

Camilo cumplió su condena en una prisión militar en Fort Sill, Oklahoma. El 14 de junio de 2004, la secretaria general de Amnistía Internacional, Irene Khan, envió una carta al entonces presidente de Estados Unidos y comandante en jefe del Ejército, George W. Bush, solicitando la liberación de Camilo debido a que la organización lo había considerado como un “preso de conciencia”.

El 15 de febrero de 2005, Camilo fue liberado. Cumplió solamente nueve meses de prisión por buena conducta. En la salida de la prisión fue recibido por su madre, su hermano Carlos Alexis, su padrastro y varios activistas en contra de la guerra. Lo llevaron a una iglesia y luego almorzó pasta y una copa de vino.

Cuando salió de prisión, Camilo se dedicó a ser un activista contra la guerra, en especial contra la ocupación en Irak. También brindaba apoyo y asesoramiento a otros militares que desertaban del Ejército, y se declaraba a sí mismo como un objetor de conciencia, sin embargo, el sargento Mike Naugle, que era su superior en Irak criticó: “Si realmente estaba en contra de la guerra, ¿por qué no se declaró antes de que nos desplegáramos?”.

De igual manera, Jason Thomas, otro soldado de la compañía de Camilo, dijo que “todos los soldados que luchan en la guerra se entregaron voluntariamente al ejército estadounidense. Tan vehemente como activista contra la guerra como es, Camilo hizo lo mismo. Por eso me molesta que algunas personas lo traten como mártir”.

Camilo Mejía escribió un libro sobre su experiencia en Irak. ARCHIVO

Por su parte, algunas organizaciones de veteranos de guerra lo alababan y llamaban “héroe” por su deserción y activismo por la paz, pero el coronel Warfel declaró en una ocasión que “estamos hablando de un desertor convicto en tiempos de guerra. En ninguna parte de la historia hay cobardes catalogados como héroes”.

Entre las personas que defendían a Camilo estaba su padre, Carlos Mejía Godoy. “Lo que hizo mi hijo fue muy especial. Él no se escapó. Él no desapareció. Aceptó su destino y tomó su castigo”, mencionó en declaraciones a medios de comunicación norteamericanos.

Sin embargo, el hermano de Camilo dice que la relación entre él y su padre se deterioró tras el estallido de las protestas de 2018 y hasta hace poco “Camilo seguía con el discurso de odio hacia mi papá llamándolo traidor y esas cosas, como todo orteguista furibundo”, menciona y cree que la razón por la cual su padre no quiso brindar entrevista para este reportaje es porque “prefiere quedarse callado antes de hablar mal de uno de sus hijos”.

Camilo brinda entrevistas a los medios de comunicación oficialista en donde ataca a Estados Unidos, pero vive en ese país.

Tras salir de prisión, Camilo continuó trabajando para organizaciones pacifistas y se ha dedicado a eso hasta estos días. Se ha declarado como una persona con ideología de izquierda a pesar de que siguió viviendo en Estados Unidos, país al que se ha referido en algunas ocasiones como “el enemigo de la humanidad”.

Para el estallido de la crisis política en 2018, brindó una entrevista al Canal 4, en donde dijo que las protestas eran financiadas por Estados Unidos. También es constantemente consultado por medios de comunicación como Telesur y RT de Rusia, en donde ha afirmado que la guerra entre Rusia y Ucrania ha sido impulsada por Estados Unidos y que han enviado a “mercenarios extranjeros” para combatir con las fuerzas rusas. “Es una guerra impulsada por Estados Unidos a través de Ucrania, en contra de Rusia”, insistió.

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