Así se hizo la Managua que actualmente conocemos

Reportaje - 06.05.2023
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Bello Horizonte, la Centroamérica, la 14 de Septiembre, Ciudad Sandino,
la Morazán,las Américas…, ¿qué origen tienen? Aquí se lo contamos.

Por Redacción Magazine

Cuando a Managua la declararon capital, en 1852, todo quedaba cerca del lago. No había que recorrer grandes distancias para ir de un lugar a otro dentro de la ciudad. Todavía era un poblado que se extendía unos dos kilómetros a la orilla del lago.

La ciudad creció gracias al desarrollo económico generado por el cultivo de café, pero fue destruida por el terremoto de 1931.

Tras un proceso de reconstrucción, Managua volvió a crecer debido a que, para los años cuarenta del siglo pasado, el cultivo de algodón reemplazó en importancia al del café y muchos campesinos llegaron a la capital en busca de oportunidades.

Todavía el centro de la ciudad eran barrios como Cristo Rey, San Antonio, San Sebastián, San José Oriental, los Pescadores, la Quinta Nina, entre muchos otros.

Para finales de los años cuarenta ese centro seguía siendo el mismo, con la loma de Tiscapa como frontera hacia el sur, monseñor Lezcano hacia el oeste y la zona del aeropuerto hacia el este, pero se fueron creando barrios nuevos a los reconocidos como “históricos”.

La vieja Managua. FOTO/ ARCHIVO

Sin embargo, la mayoría se trataba de asentamientos, muchos de los cuales no prestaban las condiciones. Fue hasta finales de los años cincuenta, cuando se comenzaron a construir urbanizaciones que prestaban mejores condiciones.

Comenzaron a surgir urbanizaciones como las colonias Maestro Gabriel, la Nicarao, la 14 de Septiembre, Ciudad Jardín, Bello Horizonte, la Salvadorita, la Unidad de Propósitos, la Morazán, entre otras.

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Según el historiador Eddy Kühl, a partir de esos años se vio que entre la población managuense había capacidad económica para comprar casas y así fueron surgiendo las primeras urbanizaciones fuera del casco histórico de la capital.

En este reportaje, a través de las historias de cómo se construyeron esos nuevos complejos habitacionales, la Revista MAGAZINE cuenta cómo fue el nacimiento de esa Managua tal como se conoce en la actualidad.

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Ante el crecimiento poblacional de Managua, la colonia Nicarao fue un proyecto del Instituto Nicaragüense de la Vivienda (INVI) y se comenzó a poblar en 1960, a pesar de que aún no había energía eléctrica en las primeras 69 viviendas, por las cuales se pagaba una mensualidad de 75 córdobas. Aunque, había unas más caras, 87 córdobas mensuales, porque tenían cielo raso. Por el agua se pagaban siete córdobas mensuales.

Un año después, se construyeron 100 casas más, con dos dormitorios cada una. Para ese momento, todavía no había luz eléctrica, pero sí, además de agua, también había servicio de aguas negras. Luego, cuando se gestionó el servicio de electricidad, por cada casa se pagaron 45 córdobas por el tendido de postes.

Una calle de la colonia Nicarao en los años ochenta. FOTO/ CORTESÍA/ IHNCA

En ese momento, se consideraba a la colonia Nicarao como que estaba fuera de Managua y una ruta de buses trasladaba a los habitantes hasta la capital.

Las casas de la colonia Nicaragua, explicó en una carta el ingeniero Humberto Urroz Escobar, tenían un área mínima de 300 metros cuadrados, con dos dormitorios de 40 metros cuadrados o tres de 60 metros cuadrados.

Con iguales especificaciones se construyeron, en esa misma época, otras colonias como la Salvadorita y la Maestro Gabriel, inclusive, la Centroamérica. Se construyeron sobre la base de bloques de concreto, estructura de concreto reforzado y madera.

En este mismo periodo se construyeron las colonias Managua, Tenderí y Unidad de Propósitos.

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En donde antes estaban haciendas ganaderas y agrícolas, se construyó la colonia Centroamérica. La compra de los terrenos y la construcción de las viviendas inició entre 1958 y 1960, cuando era presidente Luis Somoza Debayle.

Los primeros habitantes compraron las viviendas a 29 mil córdobas, en 1962, y fueron construidas por el Instituto Nicaragüense de la Vivienda (INVI), el cual pensaba beneficiar a 5,880 personas mediante un total de 984 casas.

Cada vivienda contaba con sala, comedor, cocina, lavadero, baño, sanitario y dos o tres y hasta cuatro dormitorios, según pidiera el comprador de la casa. Para acceder a una casa de dos dormitorios, la persona debía de tener ingresos mensuales de 1,300 córdobas de la época; para tres dormitorios, 1,600 córdobas mensuales y, para cuatro dormitorios, 1,750 córdobas mensuales.

La facilidad era que pagaban en cuotas que iban de 169 a 200 córdobas mensuales, lo cual era inclusive más barato que rentar una casa en aquel momento.

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Cada lote de terreno era de 300 varas cuadradas. Se le consideraba una colonia moderna porque sus calles principales estaban pavimentadas desde el inicio y las viviendas contaban con servicios de agua potable, luz eléctrica, alcantarillado para aguas negras y pluviales.

También se previó desde un inicio un terreno donde se construiría un centro cívico, en el cual estarían localizados, a como efectivamente ocurrió después, un centro comercial, una escuela, una iglesia y un parque, entre otras edificaciones.

Ubicada en el kilómetro cinco de la Carretera a Masaya, una vía que para entonces no estaba construida como se conoce hoy, la colonia Centroamérica fue habitada por personas jóvenes que provenían de los barrios de la vieja Managua. Para 1964 había cuatro mil habitantes y, para 1968, eran siete mil, según escribió Francisco Bautista Lara.

Un parque de la colonia Centroamérica. FOTO/ CORTESÍA/ IHNCA

Al igual que la colonia Nicarao, en esos primeros años se consideraba que la colonia Centroamérica estaba fuera de Managua, pues estaba ubicada a siete kilómetros de lo que se consideraba en ese momento el centro de la capital.

En una época en que los managuas no solían viajar en bus, pues las distancias dentro de la ciudad eran cercanas, los habitantes de la colonia Centroamérica lamentaban tener que tomar un microbús que los transportaba hasta el parque central, y viceversa, explica un libro de la Alcaldía de Managua.

El ambiente en aquellos años iniciales era rural en la colonia Centroamérica, pues estaba rodeada de potreros. La gente salía con piedras en las manos, para evitar mordeduras de los perros que había en el sector La Morita, casas ubicadas contiguo a la colonia.

Los primeros habitantes se consolaban diciendo: “Algún día aquí va a ser el centro de Managua”, cuenta en un libro Ricardo Avilés Salmerón.

Viviendas de la colonia Centroamérica. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

El 4 de enero de 1968, un terremoto asustó a los habitantes de la colonia y más de 800 casas resultaron dañadas, de las cuales 256 quedaron inhabitables. El epicentro del sismo se produjo a unos cinco kilómetros de la colonia, provocado por la conocida como falla de la colonia Centroamérica.

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A pesar del terremoto de 1968, y los daños causados, la colonia siguió creciendo. Todavía se hacían reparaciones en las casas cuando ocurrió el terremoto de 1972 y la gente tuvo que abandonar las casas dañadas por este nuevo sismo, y por un tiempo habitaron en casas de campaña.

Hoy existen hasta casas de dos pisos en esa colonia.

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A finales de 1969, llovió fuerte en Managua. Las aguas del lago Xolotlán se desbordaron e inundaron varios barrios que estaban en la costa: Miralagos, la Tejera, Quinta Nina, Acahualinca. Sus habitantes quedaron sin casas.

El entonces presidente Anastasio Somoza Debayle puso en marcha un operativo para reubicar a todas las familias damnificadas y para ello se creó la Oficina de Planeamiento de Emergencia Nacional (OPEN), en octubre de 1969.

Esta oficina creó varios proyectos habitacionales, aunque los tres más conocidos fueron la urbanización OPEN I, que, según La Gaceta del 29 de agosto de 1974, estaba ubicada “al oeste del camino viejo a Masaya”, por donde hoy está el Reparto Shick, en tierras que eran de Juana López viuda de Meza; el OPEN II, que, según diversas publicaciones quedaba por donde hoy está la Villa José Benito Escobar. Por último, el OPEN III.

El OPEN III lo ubicaron en el kilómetro 12.5 de la Carretera Nueva a León, en unas tierras que eran de unos hermanos Blandón García, quienes cultivaban algodón y ajonjolí. Los “Blandones”, a como se les conocía, vendieron, a los damnificados que llegaron de las costas del lago, lotes de 30 varas cuadradas a tres mil córdobas de aquella época, en abonos de 10 o 30 córdobas mensuales, explica la escritora Luvy Pichardo, en un folleto de la Alcaldía de Managua.

Los primeros recibos decían Reparto Santa María, porque en esas tierras ya vivía gente, que eran los peones de la familia Blandón García en una hacienda que se llamaba Santa María. Luego, los recibos comenzaron a llevar el membrete de OPEN III.

Eran unos terrenos pedregosos, con zonas áridas debido a que fueron utilizados para la siembra de algodón. Muchos de los primeros pobladores se decepcionaron con estos terrenos, porque eran bastante hostiles, especialmente por la falta de agua.

“Les invadía un sentimiento de incertidumbre, ante las carencias de una mínima infraestructura de servicios básicos: agua potable, energía eléctrica, transporte público, escuelas, fuentes de empleo cercanas y seguridad ciudadana, porque no se contaba con un puesto policial permanente, ni un puesto de salud para atender emergencias mínimas”, escribió la académica Verónica Mejía Flores, en un ensayo.

Algunas personas optaron por regresar a sus barrios de procedencia, en las costas del lago, porque ya estaban habitables de nuevo.

Ciudad Sandino en sus inicios. FOTO/ TOMADA DE FACEBOOK

Tras el terremoto de 1972, el OPEN III recibió a una gran cantidad de personas que habían perdido sus casas.

El agua siguió siendo un gran problema. Los Blandones tenían pozos, pero la gente tenía que hacer fila desde la madrugada para poder tomar agua. Luego, llegaron piperos y carretones de caballo a vender agua, pero era cara, entre 15 y 25 córdobas el barril.

La situación mejoró cuando en 1976 se perforó un nuevo pozo y una empresa donó un tanque de diez mil galones. El barril de agua lo empezaron a comprar a solo 25 centavos de córdoba.

Uno de los fundadores del OPEN III, Alberto Aguilar García, conocido como el Gato Aguilar, ya fallecido, le contó a Luvy Pichardo que el 17 de julio de 1979, cuando se enteraron que Anastasio Somoza Debayle había huido de Nicaragua, se fue en la noche de ese día, junto a Roberto Zapata, a colocar una manta en la entrada del barrio en la que se leía “Ciudad Sandino”.

Eso lo hizo cuando todavía estaba la Guardia Nacional de Somoza presente en el barrio. Desde entonces, aseguró Aguilar García, el OPEN III pasó a llamarse Ciudad Sandino. En la actualidad, ya no es un barrio. Ahora es un municipio del departamento de Managua.

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Antes del terremoto de 1972, cuando todavía era presidente, Anastasio Somoza Debayle ordenó que el gobierno comprar casi 200 manzanas de terreno cerca de la Carretera Norte, pensando en una urbanización, afirmó en su libro Nicaragua Traicionada.

Cuando se produjo el terremoto, los Estados Unidos entregaron 11 millones de córdobas a Nicaragua para que se construyeran 11 mil casas pequeñas para los damnificados, gratuitamente. Somoza destinó los terrenos que se habían comprado para que se construyeran las viviendas.

Se construyeron “11 mil casas de madera en solo 90 días. Cuando llegaron las lluvias, teníamos ya a 80 mil personas viviendo bajo techo en pequeñas casas de madera de pino… No se repartieron ni por influencias políticas ni por afiliaciones partidistas. Preparamos un censo de todos los trabajadores cuyos centros de trabajo en Managua aún funcionaban, los llevamos a esas casas y los alojamos. Ese proyecto de vivienda se llamó Las Américas”, escribió Somoza.

La construcción de las viviendas inició el primero de febrero de 1973 y concluyó el 11 de abril de ese mismo año. Al principio no había ni luz ni agua en esas casas y para lavar había lavanderos comunales. Algunos se burlaban diciendo que esa era “Residencial Las Tablas”, comenta Luisa Rocha, una de las fundadoras de ese barrio.

Somoza se quejó escribiendo: La gente “no se daba cuenta que no había piedra, cemento, arena, ni acero suficiente para construir la cantidad de casas que se necesitaban desesperadamente en tan poco tiempo”.

La construcción del barrio Las Américas Uno. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

Como las casas eran todas iguales, y eran muchas, al principio los habitantes se perdían o se metían en casas ajenas creyendo que era la de ellos. Todas las calles eran de tierra y, cuando llovía, la gente caminaba entre el lodo. “A mucha gente le daba vergüenza decir que vivían aquí”, afirma Luisa Rocha.

De ese proyecto habitacional se construyeron cuatro etapas: las Américas Uno, Dos, Tres y Cuatro. Años después, en 1978, el diputado Alberto Saborío Morales denunció en el Congreso que las casas de madera de Las Américas, donadas por el pueblo estadounidense, se les estaban vendiendo a las familias damnificadas del terremoto de 1972.

Con el paso del tiempo, los habitantes mejoraron sus casas. En Las Américas ya no quedan viviendas de madera, sino que fueron reemplazadas por modernas, de concreto, perlines y otros buenos materiales.

“Esto era como unos potreros, por decirlo así, y mire que bonita es mi colonia ahora. Yo me siento orgullosa de vivir en las Américas Uno. Los avances están a la vista: centros de salud, bonitos parques, la carretera pavimentada, CDI”, comentó una de las fundadoras del barrio, Lucía López, al canal 8 de televisión en 2017.

Así era vivir en Las Américas Uno al principio. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

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Hacia la parte oeste de Managua, buscando hacia la cuesta El Plomo y el parque Las Piedrecitas, también se comenzaron a construir urbanizaciones a finales de la década de los años 50 del siglo pasado.

En ese sector se construyeron residenciales como Las Brisas y colonias como Linda Vista y la Francisco Morazán.

En el reparto Las Brisas hubo cuatro modelos de viviendas y se entregaron a los compradores ya instalados los muros, verjas, lámparas, agua potable y servicio de energía eléctrica, escribió Jaime Caldera Fuentes en su libro Reviviendo la Managua de 1972.

Las casas de Las Brisas eran para personas con muchos recursos económicos y se lograron vender bien gracias a que estaban bien equipadas.

En 1959, se inició la construcción de la colonia Morazán, a como se le conoce hasta hoy, en unos terrenos cercanos a Acahualinca que el INVI le compró a Alcibíades Fuentes hijo. Inicialmente, se construyeron 525 casas.

Así eran las casas originales de la colonia Morazán. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

Las personas que querían comprar casa en la Morazán debían de presentar, como requisitos, certificado de matrimonio, exámenes de pulmón y sangre, certificado de que no eran dueños de otra propiedad, certificados de nacimiento de los hijos menores de 18 años que vivirían en el inmueble, y recibo de alquiler de donde habían estado alquilando últimamente, especifica un libro de la Alcaldía de Managua.

Las primeras casas se entregaron en diciembre de 1966, que estaban construidas en un terreno de 166.5 metros cuadrados e incluían sala, comedor, cocina, lavadero de trastos, dos cuartos, baño y los servicios básicos.

El precio de las casas era de 16,152 córdobas a pagarse en un plazo de 20 años, con una cuota mensual de 119 córdobas. Quien utilizara la casa para negocio, aunque fuera para una pulpería, podía perderla.

La colonia Morazán, en sus inicios era un punto lejano del centro histórico de la capital. Para viajar a la ciudad debían de tomar un bus que salían de la Aviación, recorrían Carretera Norte y llegaban hasta el Gadala María. Desde ahí, los habitantes de la colonia debían recorrer a pie el camino a sus casas.

Poco a poco, los habitantes fueron gestionando la construcción de una iglesia católica, de la cual fue párroco el actual cardenal Leopoldo Brenes, así como una escuela y el muy conocido centro de salud de la Morazán.

En la actualidad, no quedan rastros de las casas originales.

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En 1968, la compañía Vivisa vendió un proyecto habitacional muy ambicioso en el que construiría 18 mil viviendas modernas. Estaba destinado a convertirse en el más grande de Centroamérica, con un costo de 100 millones de córdobas de la época, cuando el dólar equivalía a siete córdobas.

Las casas estaban destinadas a personas de la clase media, que tuvieran ingresos mayores a 1,500 córdobas mensuales. El complejo habitacional sería construido en el kilómetro 4.5 de la Carretera Norte y se llamaría: Residencial Bello Horizonte.

Cuando el proyecto se hizo realidad, entre 1969 que se entregaron las primeras casas y 1972 cuando se terminaron las obras, fueron 120 manzanas de terrenos en las que se edificaron 2,200 viviendas de dos y tres dormitorios. Cada casa es de concreto reforzado, ventanas de aluminio y vidrio, con garaje, tres dormitorios, uno o dos baños, sala, comedor, cocina, lavandero e inicialmente el techo fue también de concreto, algo que pesó cuando después ocurrió el terremoto de 1972.

Residencial Bello Horizonte, recién construido. FOTO/ TOMADA DE FACEBOOK

Por cada cuatro manzanas, se construyó un parque. Además, se erigió un centro comercial de una manzana de extensión.

Las casas eran costosas. Solo de prima la empresa Vivisa pedía de cuatro a cinco mil córdobas, con cuotas mensuales de 450 córdobas.

El proyecto habitacional incluía algo novedoso para los managuas, ya que por primera vez se construyó en la capital una rotonda de vehículos como un elemento arquitectónico atractivo, escribió Róger Norori Gutiérrez, en su libro Managua.

Tras el terremoto de 1972, el sector de Bello Horizonte sufrió una superpoblación de personas y vehicular que obligaron a la rotonda a cumplir con la función específica de agilizar el tráfico, afirmó Norori.

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Carlos Carrión Darce nació en León en 1930, pero emigró a Managua en 1954. Con su esposa, Gladys Mejía, anduvo alquilando, pero en 1965, con tres hijos, se vieron en la necesidad de adquirir una casa.

El matrimonio se dirigió a las oficinas del INVI y ahí los remitieron a la colonia 14 de Septiembre, donde hasta la fecha habitan en el grupo F.

Esa colonia fue inaugurada por el presidente René Shick precisamente en 1965, le contó a Carrión el habitante fundador Rafael Valdés, quien recuerda que el entonces mandatario dejó sembrado un árbol de acacia, el que sobrevivió hasta finales de los años noventa del siglo pasado.

La mayoría de los fundadores de esta colonia eran obreros de la construcción, empleados de instituciones estatales, oficinistas, trabajadores por cuenta propia de los mercados San Miguel, Central y Oriental, indica Carrión en un libro que lleva el nombre de la colonia.

Aracelly Meynard le contó a Carrión que con su familia llegaron a la colonia en abril de 1965. Su padre, Carlos Meynard Barea, era mecánico de aviación y trabajaba en la Fuerza Aérea de Nicaragua (FAN). Como militar tenía derecho a alquilar en la colonia Militar número 3, frente a donde fue la Pepsi, pero se dio cuenta de la nueva colonia y le gustaron las casas.

La colonia 14 de Septiembre en los años ochenta. FOTO/ CORTESÍA/ IHNCA

En enero de 1965 pagaron la prima y debieron esperar tres meses para ocupar la vivienda. Desde entonces, hasta hoy, la familia habita en la colonia 14 de Septiembre, en el grupo I. Durante esos tres meses de espera, falleció el papá de Meynard, en un accidente con motocicleta.

Meynard recuerda que, a su mamá, que había quedado viuda con siete hijos, le decían que se iba a ir a vivir al “c… del diablo”.

Las viviendas las iban construyendo por parte y, como pasaban vendedores de planta, el que iba ocupando su casa iba cultivando un jardín. A la colonia se le consideraba la más enflorada de Managua con “patitas de paloma”, gladiolas, albahaca, orquídeas, girasol, enredaderas y “gotitas de espelman”.

Cuando llegaron los primeros habitantes, las calles aún no estaban pavimentadas, aunque sí lo estaba la calle principal.

Apenas se estaban construyendo las cunetas. No había alumbrado público y las noches eran oscuras. Tampoco entraban buses, pues estos llegaban hasta la colonia Nicarao.

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