Domingo de mujer

Reportaje - 13.12.2015
René Guzmán

Un rudo taxista se transforma este domingo en una coqueta mujer que baila por las calles de Masaya en una ruidosa y larga tradición de Nicaragua: el Baile de Negras

Por Ulises Huete

Una vez al año René se viste de mujer para bailar en Masaya. A las 8:00 de la mañana comienza a transformarse en la sala de su casa, frente a un espejo. Su esposa Gema lo ayuda a ponerse el fustán, la falda, las medias, la blusa, la máscara, la peluca, los guantes y los accesorios para que luzca elegante ante el público que lo espera. Alexa, la hija de ambos, de 8 años, asiste a su mamá pasándole las trabas para ajustarle la peluca. Una vez que René está enfundado en su traje de mujer, Gema le rocía perfume a toda la falda, “esto es para que cuando gire bailando y la falda se eleve la gente sienta el aroma”, dice con una sonrisa.

René es parte del Baile de Negras Son del Ñambar que este año hace su debut. Los diez integrantes que conforman el grupo son bailarines con muchos años de experiencia. Uno de los principales motivos para que esta agrupación se formara es “la preocupación de que hoy en día se está tergiversando el diseño de los trajes, las piezas que se tocan y la forma de bailar. El objetivo de nosotros es dar a conocer el Baile de Negras que nos han enseñado, para que la gente no se confunda y conozca la tradición”, explica René. Según él, su grupo usa un vestuario inspirado en los tradicionales trajes de sastre, los vestidos dejan ver los pasos del baile, danzan de la manera tradicional y piden las piezas musicales típicas del folclor de Masaya. “Cuando me pongo el traje siento incomodidad, pero a la vez me enfoco en el papel que voy a representar, porque para ser aplaudido por la gente tenés que actuar bien”, confiesa René.

A las nueve de la mañana todos los integrantes del baile, el marimbero y sus guitarristas se reúnen en la primera casa en la que bailarán este domingo de noviembre. Los anfitriones los hacen pasar al patio. En la cocina hay una mesa con gallopinto, frito de cerdo, tortillas humeantes, queso, pico de gallo, emparedados, jugos y ensalada de frutas. Las esposas y acompañantes de los bailarines les sirven comida y bebidas mientras se terminan de ajustar los trajes. Una vez que comen, salen las primeras cervezas de muchas que fluirán durante el día para encender los ánimos de los bailarines. Los invitados esperan en la sala, unos sentados, otros de pie. Hay niños, adultos y ancianos. Luego se presenta ante los asistentes la primera pareja y comienza a bailar al son de la marimba. La gente aplaude y silba con entusiasmo, mientras afuera se escuchan las primeras detonaciones de pólvora que anuncian el arranque del recorrido del Son del Ñambar.

René Guzmán
René Guzmán se prepara para salir a bailar. Su esposa Gema González lo ayuda a vestirse y arreglarse. Ella lo acompañará por 33 casas en las que irá bailando vestido de mujer junto con otro hombre. “Mi función es asistirlo, arreglarle la peluca, el vestido, el fustán si se le va cayendo e irlo retocando”, cuenta Gema.

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Los Bailes de Negras están integrados solo por hombres. A los que hacen el papel de mujer se les llama “negras” y a los que hacen el papel de hombre se les llama “viejos”.

René Guzmán tiene 35 años, está casado, tiene una hija de 8 años, un hijo de 3 meses, es taxista y baila marimba desde los 5 años. Su papá, sus tíos y su abuelo también han sido bailarines folclóricos destacados en Masaya. “Comencé a bailar de mujer por accidente. Unos amigos me invitaron a entrar en un Baile de Negras como varón. Unos días antes de que saliera el grupo, un bailarín que iba de mujer se lesionó el pie. Entonces mis amigos me dijeron que lo sustituyera porque yo bailaba lento y pausado como mujer. Desde 1999 bailo de mujer y nunca pude hacerlo de varón”, cuenta René.

Su compañero de baile es Mauricio Ordóñez. Él explica su experiencia al bailar con otro hombre: “Al inicio es incómodo porque somos dos varones, no nos podemos estar viendo, no nos ponemos a sonreír. Con una dama, en cambio, la enamorás, le hacés ojitos, te ponés a reír. Después te acostumbrás. Lo que vas haciendo es ver a cualquier lado menos a la cara del amigo que va bailando con vos en el ensayo. Ahorita con máscara es diferente, no sabés dónde va viendo el bailarín, solo ves la máscara”. Mauricio tiene 36 años, está casado, tiene dos hijas, es ingeniero, baila marimba desde los 7 años y el Baile de Negras desde los 19.

Este año René y Mauricio usan un traje típico de las fiestas de San Marcos en Sinaloa, México. En un Baile de Negras cada una de las parejas escoge un traje diferente. La confección de los trajes incluye una costurera, un pintor, un fabricante de máscaras, un zapatero, un artesano para ciertos ornamentos de los vestidos, además del alquiler o compra de la peluca y otros accesorios. Cada uno de los trajes cuesta unos 9,000 córdobas. Los trajes exóticos son el principal atractivo de estos bailes. “En Masaya la costumbre es salir todos los años con trajes diferentes, porque si lo repetís sos criticado por toda la gente”, explica Gema, la esposa de René.

“¡Ya te lo notábamos, que venías con esa orientación. Ya se te miraba que eras cochoncito!, me decían en plan fregadera algunos de mis compañeros taxistas, pero ellos sabían que yo desciendo de una familia folclorista y nunca me molestaron sus bromas”, cuenta René con tranquilidad, quizá acostumbrado a estas bromas y a la incomprensión que muchas personas tienen sobre esta tradición. Mauricio dice: “Hay masayas que todavía no aceptan esta cultura, tanto que no bailan ni saben qué es esto, a mí me han dicho de todo: '¡Ay! ¿Te gusta salir bailando con otro varón? Si esa onda es balurde'”. Pero él agrega que esto le gusta porque él creció bajo esta tradición. Su abuelita diseñaba trajes para los grandes bailarines del pasado, a su casa llegaban los Bailes de Negras, él asistía a ver ensayos de baile desde pequeño.

Cuando les toca el turno de bailar a René y Mauricio se ponen de acuerdo con la pieza y se la piden al músico. Suena la marimba. La Negra comienza a danzar. La gente aplaude gritando con alegría. La Negra baila con suavidad, levanta una punta de la falda con una mano, con la otra alza el abanico. “Cuando estoy ejecutando una pieza tengo que sentirla para bailarla de forma correcta. Tenés que sentir la marimba en tu ser y dejarla fluir en tus pasos”, explica René. Entonces la Negra hace un ademán con el abanico y el Viejo entra bailando marcando el paso con fuerza. “Soy artista, me encanta que me aclame la gente, que me aplauda. Me debo a la gente y salgo a disfrutar este día”, comenta Mauricio con visible alegría.

El Baile de Negras Son del Ñambar camina por las calles de Masaya. Atrás, un séquito de esposas, novias, hijos y amigos. El marimbero lleva su marimba al hombro y los guitarristas caminan a su lado. Se escucha el ruido de los chischiles que todos los bailarines llevan en los zapatos. Un hombre va detonando cohetes para avisar del paso de las Negras y los Viejos. Se encuentran otros grupos folclóricos que también han salido hoy a presentarse. Llegan al atrio de la iglesia San Jerónimo. El lugar se llena de trajes de vistosos colores y mucha gente viene a verlos bailar.

René Guzmán (izquierda) y Mauricio Ordóñez (derecha)
René Guzmán (izquierda) y Mauricio Ordóñez (derecha) practican en el último ensayo antes del domingo que saldrán a bailar. A estos ensayos acuden amigos y familiares de todo el grupo de baile, mientras se reparte comida y bebida entre los asistentes. Todo el costo de esta actividad lo asume el grupo.

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Entre los Bailes de Negras existe competencia. Esta rivalidad estimula la creatividad. Algunos bailes invierten mucho más dinero que otros para diseñar trajes más fastuosos. Otros se hacen acompañar de chicheros para destacarse cuando caminan por las calles. Pero también hay unos que usan su creatividad para deslucir a sus rivales. “En una ocasión, yo miré a un grupo que llegó a una casa a bailar y le dieron laxante en la comida o la bebida. Después todos los bailarines querían ir al baño y no hallaban qué hacer”, comenta René. Y continúa: “Ese día yo no andaba bailando, era espectador. Uno de los miembros del baile pidió ir a esa casa, sin saber que allí vivía un bailarín que tenía discordia con otros compañeros de su propio grupo”.

Después que René baila con su grupo en el atrio de la iglesia continúan su recorrido. Les esperan unas treinta casas más en las que cada pareja bailará. Su esposa Gema le irá ajustando el traje, la máscara, la peluca, será su second, como en el boxeo, para dar una buena presentación en cada casa. “Todo mundo corre a ver el Baile de Negras, quieren ver la destreza de los varones moviendo los pies, utilizando la falda y el abanico, porque la atención se centra en el que va de Negra, el que va de varón es un arreglo más dentro del cuadro que vas a hacer, pero la atención la requiere la Negra porque vas imitando a una mujer, eso le llama la atención a la gente, además de los trajes y las telas que se llevan”, exclama René, con la seguridad de ser un bailarín folclórico de grandes ligas, como se autoproclaman algunos danzantes de Negras en Masaya.

Origen incierto del baile

Según Wilmor López, periodista cultural que tiene 30 años de documentar esta tradición, “el Baile de Negras tiene unos 150 años de existencia en Masaya. Este es el único departamento que lo promueve”. Haydée Palacios, directora del Ballet Folclórico Haydée Palacios, dice que “no hay nada escrito sobre el origen de este baile”. Ella afirma que no solo en el Baile de Negras hay hombres vestidos de mujer bailando con otros hombres, sino en toda América. “En el baile de las Maringuillas en México y en el baile de los Novios en Colombia hay hombres vestidos de mujer que bailan con otros hombres”, expone la maestra.

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