La historia de Bernabé Somoza, el tío abuelo del primer dictador

Periscopio - 14.10.2019
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 El primer Somoza en la política criolla pudo ser comunista. Es tachado de asesino y bandolero, pero también otros historiadores lo califican como un luchador de clases. Este es Bernabé Somoza, el tío abuelo del primer dictador

Por Julián Navarrete

De Bernabé Somoza se dice que fue un bandolero despiadado: asesino, ladrón, autor de ejecuciones sumarias y violador de mujeres y niñas, al punto que algunos libros de historia lo han llamado Siete Pañuelos, un apodo que se le daba a lo peor de la sociedad a inicios del siglo pasado, e incluso así se le llamó, a modo de sorna, al primero de la dinastía, Anastasio Somoza García, su sobrino nieto.

Bernabé, en realidad, fue un bandolero feroz buena parte de su vida, en un período histórico en que lo que predominaba era la anarquía: guerras intestinas entre dos grupos que se disputaban el poder después de la independencia del reino español. Se les llamó Fiebres y Serviles; Federalistas y Centralistas; Timbucos y Calandracas; Abejas y Culumucos; legitimistas y democráticos, que derivaron finalmente en los partidos conservador y liberal.

Para el tiempo de Bernabé (1815-1849) les llamaban timbucos y calandracas. Timbucos eran los conservadores y el apodo era porque representaban a la clase adinerada de la sociedad, y por lo tanto, eran timbudos (timba o panza), gordos y panzones. Calandracas eran los liberales, llamados así por el bando rival de forma burlona al compararlo con la calandra, el gorgojo que destruye los granos.

Bernabé, pues, a pesar de que su familia tenía negocios y algunas tierras por las que pudo ser considerado un auténtico timbuco, se identificaba con los calandracas. Lo era por sus ideas liberales, y algunos escritores, como Ernesto Cardenal, señalan que Bernabé era un auténtico luchador político de clases, defensor de los derechos del hombre proclamados por la Revolución francesa.

“Ciertamente él fue lo que ahora se habría llamado izquierdista. En realidad lo llamaron comunista”, escribe Cardenal en su libro Vida perdida, al hacer referencia de su parentesco con Bernabé, su tío tatarabuelo.

José Coronel Urtecho también escribió que a Bernabé en alguna ocasión lo acusaron de “defender el comunismo de la propiedad”, por lo que él creía que esa vez sería la primera que se usó la palabra “comunista” en Nicaragua.

De modo que Bernabé Somoza no solo fue un bandolero. Es cierto que lo fue durante una parte de su azarosa vida, pero el delito no era su razón principal. Son pocos pero cada vez más frecuentes los libros de historia que recogen sus motivaciones políticas que lo llevaron a sus acciones controversiales y marcaron buena parte de su vida.

Tampoco Bernabé Somoza fue Siete Pañuelos, quien en realidad era un vulgar bandolero del que hablaremos más adelante. La razón de tanta confusión es que perdió la vida y sus guerras, ambas podrían ser lo mismo, y la mayoría de quienes escribieron la historia del siglo XIX lo hicieron desde el prisma conservador que predominaba entonces, contrario a la ideología liberal que defendía Somoza.

Otra de las razones fue que su sobrino tataranieto, Anastasio Somoza García, al inicio desconocedor de la historia familiar, y para aplacar las burlas por su tío abuelo, quiso borrar cualquier referencia sobre él.

En estas líneas hay trazos de lo que fue Bernabé, conocido como Somozón o Barbas de Oro, y también se conocerá quién fue Siete Pañuelos, el hombre cuyo apodo perdura hasta la actualidad.

Anastasio Somoza García, sobrino tataranieto de Bernabé Somoza.
Foto: Cortesía INHCA

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En una casona de Jinotepe se crio Bernabé Somoza, hijo de Fernando Somoza Robelo, un orfebre y médico empírico de origen español y ascendencia gallega. Los registros indican que era un hacendado de agradable presencia que conoció a Juana Martínez, una mestiza nicaragüense. La pareja tuvo cuatro hijos: Bernabé (el mayor), Francisco, Anastasio (abuelo del dictador Somoza García), Francisco y Manuela, abuela del general José María Moncada y tatarabuela del poeta Ernesto Cardenal. Por eso es que Moncada era tío de Somoza García.

Fernando Somoza, por el carisma de médico, también gozaba de popularidad en el pueblo y con las mujeres. Con Juana Iribarren, de Granada, tuvo al poeta Juan Iribarren. Juana era hija de crianza de Mercedes Avilés, esposa de Fruto Chamorro. De ahí es que Bernabé era cercano de Chamorro, con quien más adelante tendría una conversación crucial en su vida.

Hay pocas referencias a la niñez de Bernabé, pero se cuenta que era compañero de correrías de su hermano Francisco, con quien compartía libros, la esgrima y los caballos.

“Era aficionado a los libros de Constantino Volney, Juan Jacobo Rousseau y Walter Scott. Era apasionado por las doctrinas de los Enciclopedistas y los derechos del hombre proclamados por la Revolución Francesa, rindiendo culto a la escuela del libre pensamiento”, escribe el historiador Francisco Ortega Arancibia, testigo presencial de aquella época, en su libro Cuarenta Años (1838-1878) de Historia de Nicaragua.

En aquel entonces Jinotepe, que se llamaba Xinotepet, era un pueblo que tenía cañadas y caminos tan peligrosos donde se podían encontrar tigres. Los libros cuentan que Bernabé aprendió a cazar tigres, con lo cual desarrolló fuerza y astucia felina.

Jinotepe era un pueblo con pocas familias pero muchos rencores. Había una familia Matus, cuyo patriarca, Leandro, era médico, al igual que el papá de Bernabé, por lo que tuvo conflictos personales. Eran tiempos en que los pocos profesionales de entonces veían con rivalidad a sus colegas, según el historiador Hildebrando Castellón.

“Cada cual veía en el dueño de la tienda de enfrente a un verdadero adversario a quien había que combatir por todas las armas”, apunta Castellón.

El conflicto entre los Matus y los Somoza se agravó por un litigio de tierras y problemas de negocios. Todo este clima era lo que abrigaba aquella época, en la que don Leandro Matus llegó a ser el alcalde del pueblo por el lado conservador.

Un día, en su nueva posición de alcalde, Leandro Matus patrullaba las calles por la noche, acompañado de un grupo de hombres. Por uno de esos azares se topó con Francisco Somoza, hermano de Bernabé, y lo detuvo. Quiso quitarle una navaja gruesa que llevaba pero este se opuso. Francisco alegaba que su arma estaba entre los límites de la legalidad: cinco cuartas de largo.

En su libro, Francisco Ortega Arancibia indica que Matus golpeó a Francisco, por lo que los gritos de la trifulca y de los vecinos despertaron a Bernabé, quien salió raudo de su sueño para llegar al lugar. Leandro Matus, ya habíamos dicho que tenía un conflicto personal con los Somoza, retó a Bernabé, quien en ese momento era un portento físico y hábil con las espadas. La lucha terminó a favor de Bernabé, quien hirió de gravedad a Matus.

La posibilidad de caer preso era casi un hecho, a razón de que Matus, conservador, iba a hacer justicia con todos los poderes del partido contra los hermanos Somoza tras las heridas que sufrió en la pelea. Por ello es que Bernabé y su hermano, Francisco, decidieron huir a El Salvador, donde lo esperaría un país envuelto en las guerras por la Unión Centroamericana que dirigió el general Francisco Morazán.

Fruto Chamorro capturó a Bernabé Somoza.
Foto: Óleo de Cipriano Orúe.

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Por sus cualidades físicas, altos, gruesos y hábiles, los hermanos Somoza, Francisco y Bernabé ingresaron al Ejército de El Salvador por medio de los Coquimbos, una parte que había quedado de los morazanistas que lucharon por la Unión Centroamericana.

En El Salvador gobernaba Francisco Malespín, un déspota que en ese momento quería derrocar al dictador de Guatemala, Rafael Carrera. Para allá fue enviado el Ejército, en el que iban los hermanos Somoza. Sin embargo, Malespín cambió de parecer en su empresa y, en lugar de enfrentarse, hizo un pacto con Carrera para expulsar a los Coquimbos.

Por su valentía y habilidad en el manejo de la acerada lanza, causando terror en el enemigo, Bernabé acumuló méritos en los combates para ser llamado, como el Comandante General Trinidad Cabañas: “Barbas de Oro”, dice Vélez Astacio.
Traicionados en la guerra, los hermanos Somoza no podían regresar a El Salvador y deciden volver a Nicaragua, pero esta vez a León, que era un bastión liberal y la capital del nuevo Estado de Nicaragua, recién independizado.

La ahora conocida como Ciudad Universitaria era gobernada por el jefe del Ejército, Casto Fonseca, un sanguinario que se autonombró el gran mariscal de Nicaragua porque no encontró otro cargo militar que significara más para él. Lo hizo por el vencedor de la batalla de Ayacucho en Perú, general Antonio José de Sucre.

Fonseca desató su furia contra la Granada conservadora. Fue despótico, azotó a personalidades importantes de la época; robó, torturó, desterró y fusiló, hasta que los conservadores se cansaron, se aliaron con Guatemala, Honduras y El Salvador, para derrocarlo. Fue fusilado en plaza pública.

Antes, Casto Fonseca había enviado un ejército a combatir a Honduras. Ahí iban los Coquimbos y, por supuesto, los hermanos Somoza. Francisco, sin embargo, sucumbió ante las balas de un ejército llamado los Pericos. “Víctima del valor y ardimiento con que pelean siempre los Somoza. La muerte de su hermano Francisco causó una profunda impresión en el ánimo de Bernabé. Era su hermano menor y su compañero de correrías desde que eran muchachos”, escribe Francisco Ortega Arancibia.

Bernabé se enteró que los Pericos estaban apoyados por los conservadores de Nicaragua y, desde ese momento, los hizo blanco de su venganza.

“Desde entonces se nota el cambio en el carácter de Bernabé. Los campos de la historia están, desde entonces, divididos para él”, escribe Ortega Arancibia.

Volcanes de Asososca y Momotombo. A la izquierda, la iglesia El Calvario.
Foto: Dibujo de Ephraim Squier

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La irrupción del verdadero Siete Pañuelos llegaría después de que Bernabé Somoza fuera apresado, junto con José María “el Chelón” Valle, tras fracasar en la toma de León en 1845. Ambos fueron confinados a unas celdas en San Juan del Norte, donde Bernabé fue llevado a un calabozo con un par de grilletes.

Las hostilidades en el país continuaban y para aplacarlas, el director de estado —así se llamaba al presidente de Nicaragua— José León Sandoval emitió un decreto indultando a los morazanistas que iniciaron la revolución, entre los que incluía a Bernabé.

La fuente que vivió en la época, Ortega Arancibia, indica que Bernabé junto con Valle se fugaron de la cárcel de San Juan del Norte. Según el relato, Valle era un insigne guitarrista que cautivaba a las mujeres y hombres, y Somoza era un hombre “blanco, apuesto, hercúleo y amanerado”, tenía el don de cantar admirablemente. Era un “ganador de voluntades”.

Sin embargo, otros historiadores, como Hugo Vélez Astacio, indican que la liberación fue por el decreto de León Sandoval, aprobado el 20 de septiembre de 1845. No hay certeza sobre esto, pero en realidad lo que encontró Bernabé al salir fue un movimiento campesino, comandado por Francisco Cacho y Trinidad Gallardo, mejor conocido como Siete Pañuelos.

José Trinidad Muñoz fue quien mandó a fusilar a Bernabé Somoza.
Foto: Libro Identidad y Cultura Política 1821-1858 de Frances Kinloch

La banda de Gallardo y Cacho era conocida como los Pichingos, quienes “prepararon sigilosamente un movimiento revolucionario para desarrollarlo en el departamento del Septentrión, donde el asunto de las confiscaciones tenía en la miseria a muchas familias y bien preparado el terreno para una revuelta”, según Ortega Arancibia.

En un artículo de Novedades del 24 de octubre de 1958, Alfonso Valle da luces sobre el famoso Siete Pañuelos, “quien se ceñía la cabeza con un pañuelo, con otro el cuello, en un brazo otro, y llevaba dos o tres más de repuesto en los bolsillos”.

Cuenta Valle que un día del año 1844 una patrulla de soldados conservadores asaltó la casa de Gallardo. Fue atado a un horcón del rancho “y allí mismo en su presencia, aquellos facinerosos, violaron a su esposa y a sus dos hijas”.

Para Valle, esta fue la motivación de que Gallardo se convirtiera en Siete Pañuelos, y bajara de Las Segovias, con otros campesinos ultrajados, hacia Managua, León y Chinandega, cometiendo tropelías con los soldados que caían en su poder. Ellos se integraron al grupo que Bernabé conformó al salir de la cárcel para derrocar al gobierno y juntos se tomaron ciudades.

Aquí es donde Bernabé Somoza y Trinidad Gallardo, Siete Pañuelos, se juntan y participan en acciones que ponen una nebulosa en la historia. Uno de los peores crímenes que se le achacan a Bernabé Somoza fue el asesinato sumario de hacendados conservadores del occidente del país.

Aunque Ortega Arancibia indica que el asesinato de los conservadores fue ejecutado por Francisco Cacho y Trinidad Gallardo, son muchos los historiadores que refieren que la masacre fue realizada por el propio Bernabé, debido a que se sentía fracasado por toda las tomas fallidas que había intentado en el último año.

“Luchaba contra los conservadores, entonces dueños del poder y de la riqueza como terratenientes latifundistas”, que para él “eran representantes genuinos, y como tales un enemigo a combatir”, escribe Vélez Astacio.

Por esos meses, Bernabé estuvo a punto de tomarse Managua, pero fue superado en número por el ejército contrario. Con él, con el rango de capitán, participa José Dolores Estrada Vado, que posteriormente se cubriría de gloria al mando de las fuerzas nacionales (pertenecientes a los legitimistas o conservadores) contra los filibusteros de William Walker.

La revuelta, nuevamente, fue disuelta a sangre y fuego por el gobierno conservador, a la cabeza de su ejército, José Trinidad Muñoz y Fruto Chamorro, ministro del presidente León Sandoval. En estas arremetidas se cree que murió el verdadero Siete Pañuelos, de quien desde ese momento no se tienen registros.

“Bastaron unos meses de vandalismo para que este individuo quedase en la conciencia popular como la sola encarnación de los siete pecados capitales. Y no puede asegurarse que el bandido muriese en aquella ocasión. Es claro que oficialmente se le dio por muerto, pero su mito maléfico seguiría viviendo en el medio social nicaragüense”, dice el historiador Eduardo Zepeda Enríquez.

De ahí que todos los bandidos de la época, cuyos nombres han sido casi olvidados, se resumieran en Siete Pañuelos, a quien se le achacaban los crímenes ajenos, como si los suyos propios no eran ya suficientes. Así fue como al dictador Anastasio Somoza García se le empezó a nombrar también Siete Pañuelos.

El general Francisco Morazán, impulsor de la Unión Centroamericana.
Foto: Libro Identidad y Cultura Política 1821-1858 de Frances Kinloch

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Bernabé Somoza acató una amnistía y regresó a la vida civil en 1846. Con Leandra Luna, de San Rafael del Sur, tuvieron cuatro hijos: Francisco, Guadalupe, Fernando y Félix, quien fue militar y murió en Managua en 1929. Tuvieron un pequeño negocio de destace de ganado, sin embargo el acoso de los conservadores continuó y Bernabé huyó.

En aquel lugar clandestino le llegaban cartas de los principales cabecillas liberales con planes para conspirar contra el gobierno conservador. Le llegaron incluso correspondencias del propio Trinidad Muñoz, jefe del Ejército, instándolo a que se rebelara.

Muñoz solía azuzar a los rebeldes para que después sus servicios fueran vistos como valiosos por el director supremo.

“Esa actitud dual continuó al ser electo el director del Estado Norberto Ramírez en abril de 1849”, escribe Orlando Cuadra Downing.

Hubo una revuelta en el país al inicio del nuevo mandato del gobierno conservador en 1849. Le pidieron a Bernabé que la comandara y él aceptó. El ministro estadounidense Ephraim Squier se lo encontró en el río San Juan. “De pie junto al mástil un hombre interrogaba al atemorizado capitán. Tenía una pluma en el sombrero, una capa roja española que le colgaba de un hombro, dos pistolas en la cintura y una espada desenvainada. Me dijo que era Bernabé Somoza”, escribió Squier.

Así eran las ciudades en Nicaragua en 1850. Foto: Dibujo The Capital Of Spanish America de William Eleroy Curtis

Para combatir a Somoza se hizo un gran ejército, comandado por Fruto Chamorro. Por la desigualdad de fuerzas, Bernabé fue derrotado. Tuvo que huir. Se escondió en una casa de San Jorge, un puerto del río San Juan. Exactamente en la casa de un señor de apellido Cantón, cuya hija llamada Cantona tenía un romance con Bernabé. Se dice que la mujer peleaba junto con él con un sable y lo amaba con locura.

Esa noche Fruto Chamorro se había hospedado en la misma casa que estaba Bernabé. Con sus compañeros de armas, Chamorro enamoraba a la Cantona. De pronto, Somoza apareció con su lanza y dijo:

—¿Quién se burla de mi dama? —Y se dio cuenta que era Fruto Chamorro. Comprendió que estaba perdido, y agregó:

—Ante usted, me rindo, indio —así le decía Bernabé a Chamorro porque le tenía confianza.

Bernabé intentó defenderse mostrándole las cartas que le enviaba Trinidad Muñoz, el jefe del Ejército. Creyó que el contenido de las misivas lo iban a salvar. “Más bien te van a perder”, le respondió Chamorro. Y así fue: Muñoz, al sentirse descubierto, lo mandó a fusilar en la plaza de Rivas. Tenía 34 años de edad, su cuerpo fue colgado y quedó expuesto durante tres días, hasta que el hedor obligó a los vecinos a sepultarlo.

Marimberos en 1860.
Dibujo The Capital Of Spanish America de William Eleroy Curtis

Otro Somoza

En León, Fernando Somoza, padre de Bernabé, también tuvo otro hijo de nombre Hipólito. Resulta que Fernando era un asiduo viajero de León y se hospedaba en la Posada Saballos, en las Pedreras, donde ocurrió lo que era natural en aquel momento: entró en relaciones amorosas con María Saballos, hija de la dueña del lugar.

Fernando fue expulsado por la señora, quien le reclamó fuertemente.

El hijo de esta pareja se llamó Hipólito Somoza Saballos, quien combatió en las filas del ejército del general José Dolores Estrada en la batalla de San Jacinto, lo que lo cubrió de gloria.

Después, Somoza Saballos contrajo matrimonio con Micaela Duarte, con quien procreó a varios hijos, entre ellos, Hipólito Somoza Duarte.

El puerto de Corinto, en el Pacífico de Nicaragua, en 1850.
Dibujo: The Capital Of Spanish America de William Eleroy Curtis

“Feroz sanguinario”

El historiador José Dolores Gámez lo llamó “feroz sanguinario”. El político guatemalteco Lorenzo Montúfar Rivera dice que “su nombre causaba espanto, no solo en Nicaragua, sino en todos los estados de Centroamérica”.

Carlos Cuadra Pasos contó una anécdota en la que en una ocasión Somoza y sus hombres se encontraron una viejita en el camino, y él ordenó a sus soldados que la ahorcaran. La colgaron de un árbol y, en un momento antes de que muriera, cortó la cuerda con su espada y dijo a los soldados: “Quería ver si me obedecían”.

En las proclamas y gobiernos de entonces se habla de los nunca oídos ultrajes y barbaries sin paralelo de Bernabé Somoza, quien no había perdonado ni edad ni sexo, ni a los heridos; había profanado muertos, robados vasos sagrados, incendiado barrios en la ciudad de Rivas, como un nuevo Nerón.

El historiador Arancibia dice: “Somoza, fino y agradable en su estado normal, se tornaba feroz en estado de embriaguez”.

La familia Somoza durante la inauguración del monumento de Anastasio Somoza García montado en un caballo, en 1954. Salvadora Debayle, al centro de la foto, con el mecate. A la par, su hijo mayor, Luis Somoza. A la izquierda de la foto, Anastasio Somoza Debayle. El segundo de derecha a izquierda, el general Somoza García. Foto: Cortesía INHCA

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