Para 1821 cuando Centroamérica firma su independencia de España, Nicaragua ni siquiera tenía una moneda nacional. Los nicaragüenses de aquel entonces intercambiaban candelas de sebo para abastecerse de productos en los tiangues (mercados).
Esas candelas de sebo en particular tenían un doble valor: comercial y utilitario, porque todavía no se conocía el gas o la luz eléctrica. Para obtenerlas la gente cultivaba algodón en sus parcelas. Lo aporreaban en unas camas de cuero para desmotarlo y hacer los pabilos (mechas) con los que a su vez se hacían las candelas de sebo para iluminar las casas y comprar en el tiangue.
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También corrían las monedas de otros países como Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Honduras, Perú, Estados Unidos, México y Chile.

Cuando Managua se convierte en capital de Nicaragua, el 5 de febrero de 1852, no existía la policía urbana. Cinco o seis soldados que los pobladores llamaban ‘Chingos’ –quizás porque solo uno de ellos iba montado a caballo y el resto lo seguía a pie— resguardaban la seguridad de los cerca de siete mil habitantes que tenía Managua en esa época.