Para principios de 1987, un corpulento y rubio ruso llegó a Nicaragua. Era hasta ese momento el más alto funcionario soviético que pisaba tierras nicaragüenses. La nomenclatura sandinista lo recibió con la esperanza que se recibe al padrino cuando la economía doméstica está en crisis. Se trataba de Boris Yeltsin, miembro del Presidium del Soviet Supremo.
La revolución sandinista nació en un mundo bipolar, donde en un extremo estaban los Estados Unidos y en el otro la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (URSS). Rápidamente tomó partido, y se enfrentó a uno de los bandos mundiales, y apostó su dependencia económica al otro. Comenzaron a desaparecer de los anaqueles los productos norteamericanos y en su lugar aparecieron los rusos. Carros, enlatados, ropa, granos y sobre todo armas soviéticas invadieron Nicaragua.
Sin embargo, para 1987, cuando llega Yeltsin, el país tenía ya siete años de guerra entre los sandinistas y los contras, la mitad del presupuesto se dedicaba a la guerra, y la economía empezaba a mostrar los agujeros de sus calzones.
Como veremos en el reportaje que presenta en esta edición Magazine, el “padrino” soviético aportaba hasta mil millones de dólares al año para sostener este país en bancarrota, y por ello la nomenclatura sandinista recibió obsequiosa al enviado soviético, con la esperanza que las ayudas no solo se mantuvieran sino que se incrementaran para la sobrevivencia misma de la revolución.
Pero, había en el recibimiento sandinista un error de cálculo. El mundo estaba cambiando. Los sandinistas pedían ayuda para mantener el mismo mundo que conocieron cuando se pegaron al alero soviético, en tanto en Moscú se estaba desarrollando un nuevo modelo de ver las cosas: la perestroika.
Desde 1985 que llegó al poder, el máximo líder soviético, Mijaíl Gorbachov impulsaba un nuevo modelo para salvar la economía socialista. Más abierto al mercado, más transparente. Los sandinistas, en cambio, pedían dinero para el viejo modelo que ya no iba más. De tal forma, que Yeltsin, más que un benefactor, resultó un ángel de la muerte para los sandinistas. La venida del funcionario soviético significó el principio del fin de la revolución sandinista. Es la historia. Después vinieron las pláticas con los contras, la caída del muro de Berlín, la invasión a Panamá, la pérdida de las elecciones y la desintegración del bloque soviético. Todo en un par de años.
La Perestroika
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