Guardias

Columnas - 11.05.2018

Sabido es que la historia la cuentan los vencedores. Por supuesto, a su manera. Esa es la versión que se impone. Por esta razón, poco sabemos de cómo vivieron los soldados y oficiales de la Guardia Nacional la derrota de julio de 1979. Se ha hablado durante casi 40 años de la victoria guerrillera, los testimonios de los héroes de esa gesta que acabó con la dinastía de los Somoza, pero poca atención le hemos prestado a oír las versiones de los derrotados. No hay mayores estadísticas de esta parte.

Sabemos que muchos soldados siguieron combatiendo sin saber que ya la guerra estaba perdida, que su jefatura los había abandonado y que los más altos cargos habían huido con días de anterioridad al extranjero. Se ha contado también que muchos guardias se agolparon en el aeropuerto de Managua en un último intento de salir del país ante el avance de las tropas sandinistas y que algunos lograron salir pero la mayoría buscó refugio en embajadas y hospitales protegidos por la Cruz Roja Internacional.

En esta edición les contamos la captura de más de seis mil guardias, juzgados luego en tribunales especiales que nunca ofrecieron garantías de justicia. Pero particularmente, de un pequeño grupo, 39 exactamente, a quienes el régimen sandinista les tuvo particular inquina, pues los acusaba de la muerte de sus figuras tales como Carlos Fonseca, José Benito Escobar, el niño Luis Alfonso Velásquez y otros. Esta es la lista maldita.

Fueron los últimos miembros de la Guardia Nacional en salir de las cárceles, cuando ya en Nicaragua se empezaban a respirar aires de paz, en 1990.

Carlos Tünnermann, diputado en ese tiempo, explica en este reportaje que cuando decidieron vaciar las cárceles de reos se percataron que estos guardias “habían cometido crímenes atroces, que habían asesinado a personas indefensas, familias, jóvenes y que había suficientes pruebas y testimonios, que habían sido los más agresivos y los más criminales de la Guardia Nacional”. Al final, por la presión nacional e internacional, salieron libres.

Este reportaje no busca exonerar a nadie de sus culpas, sino relatar esos hechos, que por las circunstancias propias de la época se contaron o se ocultaron porque así convenía a los vencedores que eran los únicos que contaban la historia.

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